¿Nuestra naturaleza?

Benhur Sánchez Suárez

Con el pomposo nombre de “CSI Colombia”, que a muchos colombianos debe recordar las series estadounidenses de televisión (CSI Miami, Nueva York, New Orleans, etc.), lanzó su libro en la pasada Feria Internacional del Libro de Bogotá el periodista Fernando Salamanca.

Tiene de importante y atractivo, para quienes gustan de saber la verdad, la crónica sobre la investigación de los crímenes más sonados y mediáticos, aunque no únicos, del reciente pasado criminal y judicial del país.

El libro trata del caso de la monja Luz Amparo Granada, el de Pedro Morales, de Luis Andrés Colmenares, Catalina Vásquez, los once diputados del Valle, Rosa Marleny y Luis Alejandrine, que coparon páginas e imágenes durante días, meses y años, alimentando el morbo violento que, como un halo de vergüenza, ha cubierto nuestra historia social, cultural y política.

También tiene de importante que es una recopilación de los pasos seguidos en la investigación por las autoridades colombianas, con ayuda externa, la aparición de la criminalística forense con instrumentos aportados por la más novedosa tecnología, como la del análisis del ADN para identificación de víctimas y criminales.

Nada que no se haya leído y visto en los medios de comunicación, informes que puede llegar a ser vagos indicios si no se sigue de cerca el proceso noticioso, tanto por el lector como por el medio de lo produce.

Es la paciencia que no tiene el común de los humanos, una de las razones por las cuales se pierde el interés y se olvidan hechos tan lamentables como los que acoge en su libro Fernando Salamanca.

Entonces, como lector agradezco ese esfuerzo investigativo y recopilador, ansiando descubrir esa verdad que se hizo escurridiza en la repetición a través de los medios. Sin embargo, fuera de la rigurosa recopilación, no parece que se avance mucho puesto que no se aporta ningún indicio que me permita encontrar una afirmación contundente o al menos novedosa respecto a la conocida a través de los medios.

Tal vez este objetivo sea producido más por mi afán lector que por el propósito del libro.

En este caso, el libro se convierte en un valioso instrumento de conocimiento que debe llevarnos a reflexionar sobre lo que somos y para dónde vamos, qué debemos hacer para remediar tanto desborde de los instintos primitivos del hombre sobre la acción debida al raciocinio de los hechos.

La conclusión a que puedo llegar, después de leer esta obra, es que somos una sociedad que dice vivir en la modernidad, pero se satisface con acciones donde prevalecen sus instintos primarios de supervivencia sobre el análisis y la razón, esa que debe haber en una convivencia pacífica que anule el instinto criminal y de paso a la tolerancia.

Así de simple.

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