Sin llegar al equilibrio

Benhur Sánchez Suárez

No he escuchado hasta el momento, y no creo que lo haga en el tiempo que falta, ningún pronunciamiento de los candidatos a la presidencia de Colombia ni a sus eminentes equipos de asesores, acerca del tema de la cultura.

Y, claro, a ningún ilustre político de este pueblo de Dios le importa lo que ocurra en el ámbito de la creatividad artística de los colombianos. Cuando más, consideran a sus cultores un grupo de desadaptados, rebeldes y bohemios, que no producen nada para sus candidaturas, que no aportan votos ni tampoco sustentos teóricos con los cuales renovarse en el anquilosado mundo de sus privilegios.

Eso sí, están prestos para el decreto, la foto y el coctel cuando algún colombiano sobresale en el mundo por sus ejecutorias artísticas, ya pintor, ya escritor, músico o intérprete.

Creo que Colombia es más conocida en el mundo por sus artistas que por las hazañas de sus ladrones y asesinos de cuello blanco.

Por supuesto, que todo lo que se haga sobre la tierra tiene que ver con la cultura. Así que la salud, por ejemplo, o la educación, son temas culturales. Eso si aceptamos que la cultura es todo aquello que el hombre realiza para dominar el medio en que vive y utiliza para enriquecer su hábitat cotidiano.

De ahí que la vivienda, la alimentación, el vestuario y el goce de la vida, sean aspectos fundamentales de la cultura de un pueblo. Con unas cuantas parrafadas y promesas sobre la educación, cualquier disculpa sobre las EPS o las viviendas gratis, ya consideran que tienen el tema de la cultura abordado en sus programas y proyectos.

Así se despachan del compromiso a la espera de ser reconocidos como los más aptos para dirigir los destinos de la nación.

Pero quienes reclamamos el apoyo que nos corresponde, no limosna sino derecho a un aporte para nuestro quehacer como ciudadanos, pensamos que en el tema genérico de cultura se embolata la política que debe tener todo Estado moderno sobre el tema de lo artístico.

Y ahí está el meollo del asunto. Necesitamos un Ministerio para las artes y la literatura y no uno de Cultura, tan general y ambiguo, que se ahogue en temas ya abordados por otros en el ejercicio de la burocracia.

Ningún candidato ha planteado una política cultural, tal vez porque consideran que la Ley Naranja es suficiente porque tasa lo artístico y cultural como un mero ejercicio económico y comercial donde, como en todos los gremios de producción, el que gana es el empresario y no, en este caso, el artista.

Estamos aún sin llegar al equilibrio.

Ojalá, el elegido, tenga claridad necesaria sobre el arte y la manera de apoyar su desarrollo.

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