Las industrias creativas

Benhur Sánchez Suárez

El presidente electo Iván Duque ha ido revelando poco a poco los nombres de sus colaboradores inmediatos y a pesar de que en los planes de gobierno de su campaña la cultura no apareció como una prioridad, ni siquiera tema digno de mencionarse, adelantó el nombre de Carmen Inés Vásquez Camacho como su próxima ministra de Cultura.

Ella es abogada de la Universidad Libre y es especialista en Relaciones Internacionales y Derecho Constitucional.

A mí me parece lógico que haya nombrado a una persona que no tiene nada qué ver con las realizaciones del arte y del espíritu y más bien tenga el perfil de quien va a administrar empresas. Obedece esta certeza a que el presidente electo, con Felipe Buitrago, fue el responsable de la aprobación para el país de la Ley Naranja, que pretende centrar y organizar el sector cultural del país.

Con la convicción que tiene sobre las bondades de esa ley, simplemente ha nombrado la persona que él cree va a poner a funcionar con lujo de detalles su preciado articulado.

La economía Naranja se refiere a las industrias creativas como el cine, la música, la arquitectura, el diseño, los festivales y carnavales. Todo enmarcado dentro de cuatro sectores: el patrimonio ancestral, las artes visuales y escénicas, la televisión y la radio, y la arquitectura y el diseño. Se supone que la literatura y sus consiguientes productos, como el libro, se deben sentir incluidos en esos sectores tan específicos.

En la economía naranja se busca desarrollar, fomentar, incentivar y proteger las industrias creativas, entendidas como aquellas que generan valor contante y sonante debido a sus bienes y servicios, los cuales se fundamentan en la propiedad intelectual.

En pocas palabras va detrás del fortalecimiento institucional para que este sector incida de manera más contundente en el futuro de Colombia.

En otro sentido, se busca la creación de empresas que conformen la industria creativa que administre los productos culturales e intelectuales de la sociedad, y el fortalecimiento de quienes estén al frente de ellas, es decir los empresarios.

Los artistas y escritores sólo tienen que producir para que la industria se fortalezca y el empresario gane. Como en todas las actividades económicas de la Nación, los dueños de los medios de producción son los beneficiados con la comercialización de los productos de su sector y aquellos que son los productores apenas subsisten debido a su trabajo.

Por eso han puesto a los artistas a crear empresas si quieren recibir las ayudas del Estado. Y ya tienen a quién se las administre.

Sin embargo, los artistas (salvo contadas excepciones) no tienen el tiempo, el genio ni el capital para esos menesteres. Los empresarios serán otros y el abandono continuará como ha sucedido hasta ahora.

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