Las “letras” de la lengua

Benhur Sánchez Suárez

El RAE nos dice que “vergel” es “huerto con variedad de flores y árboles frutales”. También sé que en Ibagué es común escuchar que “El Vergel” es uno de los sitios más exclusivos para vivir en la ciudad.

Pero yo conozco Vergel como un apellido. Y es un apellido ilustre en el Tolima. Conozco algunos miembros de la familia Vergel Alarcón, procedente del sur del Tolima, de la Arada, inspección del municipio de Alpujarra, hoy vecinos de Ibagué.

De los Vergel son mis amigos José Antonio y Efraín. Ellos son intelectuales y escritores. De hecho, con quien me unen más lazos literarios y de amistad es con José Antonio, largo tiempo afincado en Rusia. Con él nos conocimos en Bogotá a su regreso de Europa y hemos continuado la amistad en la ciudad musical por más de quince años.

Los Vergel son una familia metida en el arte y la cultura, animadores de actividades que dinamizan el acontecer de la ciudad y el departamento. Por ejemplo, son gestores de la “Asociación Amistad y mucho más” con la cual han promovido acciones en pro de la comunidad, como la conservación de la Granja San Jorge, patrimonio cultural de la región.

Los dos están unidos a mujeres de alto vuelo, como la poeta Cecilia Rojas Cárdenas y Ludivia Alfaro, siempre activas en la creación y en la ejecución de actividades culturales.

En años más recientes han dado origen a la “Academia tolimense de la lengua” cuyo lema es “la preservación, enriquecimiento del idioma castellano y la corrección de errores que se cometen a diario al hablar o al escribir”. El filósofo y escritor Efraín Vergel Alarcón es su presidente.

Estas acciones, desconocidas para muchos, tienen frutos de largo alcance como recompensa. La “Academia tolimense de la lengua” acaba de lanzar el número tres de su revista “Letras”, una quijotesca labor que no sólo pretende divulgar autores preocupados por la literatura y su estudio sino generar dinámicas de discusión que enriquezcan nuestro idioma.

Ya sabemos que hacer una revista en nuestro medio es una labor casi suicida porque la sensibilidad de la comunidad para apoyarlas es mínima. El intento casi siempre termina agotando los presupuestos personales por mantenerla viva y el desgaste culmina en un sonoro olvido.

Pero la dinámica de los Vergel es muy grande, ejemplo de constancia y dedicación. Y, como un milagro aquí está este número 3.

Efraín dice en su editorial: “Cumplir la labor que hemos escogido no es fácil. En general se toma con indiferencia o de manera peyorativa, sin conocer su importancia ni su proyección histórica. Es una lucha titánica, esfuerzo de locos cuerdos, llenos de voluntad y altruismo”.

Larga vida para los Vergel y sus actividades.

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