La pintura primitiva de Ramiro

Benhur Sánchez Suárez

Con trayectoria amplia y fructífera, aunque poco reconocida, Ramiro Mayorga ha llegado a la madurez artística. Así lo demuestra la exposición que por estos días se exhibe en la galería “Viva el Arte” en Ibagué.

Su búsqueda estética continúa pero ya sus rasgos principales han sido definidos en su pintura desde hace algún tiempo y se acentúan a medida que desarrolla sus temáticas históricas, ecológicas y vivenciales.

Su vida es aleccionadora y su empirismo un ejemplo de superación y búsqueda de perfección sin renegar de sus principios: la humildad que hace grandes los espíritus y la obra que trasciende en el tiempo para llegar a ser parte del espíritu de sus contemporáneos.

Su rescate de historias y elementos constitutivos de nuestra identidad cultural llega a ser impresionante. Hay que decir que muchas veces lo que dice y piensa un pintor no siempre se transmite en forma clara al espectador. Si una obra necesita ser explicada quiere decir que es incompleta y muchas veces fallida. Esto debe entenderlo quien se enfrenta a obras historicistas donde salvo los elementos reconocibles no son en sí mismos el anecdotario que ha pensado el autor al realizarla.

Todos llevamos una historia definida dentro de nosotros y en la medida en que la identificación con la iconografía propuesta o con la anécdota que se nos presenta nos conmueva, en esa misma medida la obra cumple su propósito.

Decir que su obra es “primitiva” o “ingenua”, como se empezaran a llamar aquellas pinturas que se impusieron a pesar de desconocer, consciente o inconscientemente, los más caros principios del arte clásico (perspectiva y proporcionalidad), podría parecer exagerado.

Sin embargo, Ramiro hace consciente ese propósito del arte primitivo de saturar de elementos y símbolos el espacio del cuadro, rasgo que también es característico del barroco en su búsqueda de la magnificencia. En cambio, para el arte primitivo, la saturación es parte de su búsqueda de la verdad.

Lo que hace el pintor es estructurar y establecer una narración a través de las figuras, reconocibles o no en la iconografía patria, costumbrista o folclórica, de la cual ha hecho parte y que nos fuerza a reconocer. Y tratar de convencer con los elementos. Por eso su abundancia en el espacio limitado del cuadro. Y por eso la vivacidad de los colores que añade gozo a pesar de la gravedad de sus temáticas.

De esta manera su obra se puede establecer como retadora pues busca una respuesta más comprometida con la historia que se evidencia en la iconografía propuesta en los cuadros que debe, de alguna manera, ser continuada en el espíritu del observador.

Se trata de una valiosa exposición que invito a visitar en la galería “Viva el Arte”, en Ibagué.

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