Si queremos un futuro

Benhur Sánchez Suárez

No más sandeces. No más infantilismo. En este juego de la burla hemos demostrado nuestra verbosidad inútil. En esta feria de los chistes mostramos la malicia que nos caracteriza pero, al mismo tiempo, nuestra incapacidad de actuar, de ser solidarios con la realidad, de ser constructores y no simples habladores de banalidad.

Hablamos, nos gusta criticar, pero no actuamos.

Somos felices arreglando el país en charlas de café pero incapaces de tomar las riendas del cambio para superar nuestra condición de sometidos.

Así que no más empanadas usadas como pretexto para sacar a flote las frustraciones y amarguras de la comunidad, ni burlas sardónicas por un vestido en mala hora lucido por la primera dama del país.

Los habladores van contra los policías cuando la culpa está en un código represivo y abusivo que aprobaron unos legisladores sinvergüenzas, jamás decididos a solucionar los atrasos e inequidades del país sino a solventar sus nombres y peculios.

No culpemos a los hambrientos, que languidecen en su precaria dignidad.

Culpemos a los legisladores que aprueban planes de desarrollo onerosos y verdugos del hombre que sueña con un mejor país.

Entendamos que ni la empanada ni el policía son el problema de la Nación, ni el extravagante vestido es muestra de la elegancia de nuestra precariedad actual, uno de los pueblos más inequitativos e ignorantes del planeta.

Seamos más inteligentes. Exijámosles el cumplimiento de su deber, recordémosles que son nuestros empleados, que el presupuesto es nuestro. En últimas, suprimámoslos de los órganos legislativos y del ejecutivo no teniéndolos en cuenta para cargos de elección popular cuando haya que elegir. No nos dejemos engañar con promesas de un bienestar que no está en el horizonte de su trabajo ni propuestas que jamás serán puestas en práctica.

Entendamos que la culpa es la falta de oportunidades, la carencia de trabajo digno, que obliga al 49% de los colombianos a vivir del rebusque para tratar de levantarse y no caer en la delincuencia que desangra la nación.

No culpemos al policía que tiene que obedecer y está en la obligación de hacer cumplir códigos que aprueban legisladores ignorantes de nuestra historia y nuestra realidad.

No condenemos a los diseñadores del atuendo de la primera dama, ni siquiera su mal gusto, sino a la prepotencia del poder, que siempre ha negado lo que somos.

No permitamos más corruptos y asesinos empotrados en nuestras instituciones. No más cinismo de los ladrones ni más libertad para quienes asesinan las esperanzas del pueblo.

No más arrogantes que nos nieguen el derecho de salir de la pobreza con sus burlas.

Si queremos un futuro limpio, dejemos de sacarle chiste a la desgracia, mientras nuestro futuro se destroza en los oscuros pasillos del congreso nacional.

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