Del buen gusto y otras alimañas

Benhur Sánchez Suárez

Nos domina el mal gusto. Sí, señores. Hoy nos reflejamos en la chabacanería, en los actos y palabras vulgares como representación espiritual de lo que somos.

Por culpa de varias décadas de indiferencia, estamos en este estado lamentable. Así como nos impusieron el olvido de la historia, que permite que nuevas generaciones crean que fuimos libertados por superhéroes o entronicen ladrones y asesinos en el altar de los héroes y dioses, así manifestaciones artísticas como la música se han impuesto para deformar el gusto y la percepción de las sociedad de los que es verdaderamente artístico.

Por eso somos una sociedad fracasada y muchas veces inviable.

Somos segundones, arrodillados y sumisos. Sobre todo, somos una sociedad oral, verborréica, donde todo se discute sin argumentos, el diálogo es un eterno monólogo del poderoso sobre el sometido, se prioriza la demagogia sobre los contenidos de nuestra verdadera esencia humana.

Hablamos hasta la saciedad pero no actuamos.

Cada nuevo reto o conflicto que nos ofrece la dinámica del desarrollo lo queremos solucionar a punta de discursos, comisiones y delegados que hablarán sin cesar, investigarán hasta la saciedad pero no ofrecerán resultados concretos.

Quien tiene el poder es el que más habla y en ese mar de palabras se ahogan sus fechorías pero también se condenan nuestros sueños.

Actuar, al parecer, es subversivo.

En música, por ejemplo, desde cuando se impuso el famoso “rating” como termómetro de programación, la ramplonería y vulgaridad se ha hecho reinas de nuestra cotidianidad. Eso se explica porque los medios radiales, secundados por los otros, difunden lo que pida y le guste al oyente. Y ya sabemos que somos un pueblo ignorante (uno de los más ignorantes del planeta) cuyas respuestas no se dan por la razón, sino por el impulso, donde los instintos primarios se imponen a la necesidad estética. De ahí que el asesino o el corrupto, o sentimientos como la venganza, el odio, la pasión desenfrenada, sean las enseñanzas que se escuchan como banderas de una sociedad que fracasa y siempre ha sido dependiente de cuanta influencia venga de cualquier parte.

Por eso se denigra de la mujer, del hogar, del respeto por el otro, de la convivencia, se vulgariza el sexo, se vuelve añicos la inteligencia, se elige irresponsablemente quien deba regir nuestros destinos.

Lejos ya de la época en que los periódicos eran guías del buen escribir o las emisoras daban cátedra del buen decir. Hoy, pocos hablan o escriben bien.

Tanto mal gusto, en pintura, escultura, en música, el literatura, en el cine y el teatro. Cualquier bulto de basura es una obra de arte o una diatriba contra la mujer es una canción. Peor, un poema.

Cuántas alimañas más, cuánto desmadre.

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