La estética del derecho

Benhur Sánchez Suárez

La faceta que más me llega del artista Marco Alejandro Rico Salas es la pintura. Esto en contraposición a su etapa “instalacionista” en la que ha tratado de hacer visible su posición contestataria frente al mundo, que no me gusta mucho.

Es una etapa ideológica, bastante pobre, de un arte que se muestra conceptual porque la carga de significado prima sobre la elaboración estética, pero que no conmueve el espectáculo deprimente de la sociedad en decadencia en la cual nos ha tocado vivir. Es repetitiva.

Claro, es su posición y yo respeto cada camino escogido por un artista aunque no lo acepte, no comparta la idea de hacer pedagogía política a través de la imagen.

Por eso lo que me conmociona es su pintura. Y eso es lo que ha seleccionado de su vasta obra para la muestra que hoy presenta en la galería “Viva el arte”, en Ibagué. O lo que de manera genérica puedo llamar pintura. Los pigmentos, acrílicos, óleos, vinilos, esmaltes o cualquier otra sustancia pictórica, están al servicio de la imagen, sean estas dibujadas, recortadas, repintadas o puestas ahí al servicio del significado.

En la obra pictórica que le conozco, siempre hay unos elementos identificatorios que se integran en sus propuestas, usados desde los inicios de su carrera artística.

Es constante la imagen del hombre absorbido por la sociedad, cosificado, minimizado, incomprendido, protestante pero vivo. También un animal símbolo, que es el perro. Y una técnica, el collage.

Pero lo que más me atrae es su color. Esa explosión de vida que se percibe en sus frisos interminables, o esos fragmentos de una estela de color y formas que parecieran una sola.

En realidad, frente a sus últimas obras colgadas en la galería “Viva el arte”, siento que ellas me incitan a tomar unas tijeras y fragmentarlas en episodios de esa totalidad que cuenta una historia personal, muchas veces oculta, pero que identifica la acumulación de objetos de una sociedad desarrollada sobre desechos industriales, espirituales e intelectuales, muchas veces insoportables.

Marco Alejandro es un artista prolífico. Su obra crece al ritmo de sus explosiones expresivas, su necesidad de anclarse en la época que le ha tocado vivir indagándola, desmembrándola, sustrayéndola de la cotidianidad con el color. Es una obra que hay que observar con atención y en la que hay que penetrar con ojo avizor y espíritu abierto.

Quizás muchas de las composiciones con objetos y pinceladas que se suceden en estos frisos no sean fácilmente entendibles porque hacen parte de una intimidad precisa del artista, pero lo que sí acontece es que transmiten la ansiedad de vida de esta sociedad de hoy palpita en sus telas con sus desechos transformados. Ellas imponen su estética del desecho.

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