La violencia, siempre

Benhur Sánchez Suárez

Las calidades narrativas de José Nodier Solórzano son reconocidas con amplitud en la literatura colombiana.

Su cuentos, reunidos en “Historias del prologuista” (2005), son una muestra fehaciente de su buena escritura y de su experimentación con la estructura del relato. En él aplica el decir de los críticos sobre nuestra literatura regional y es que narrando lo local se logra ser universal. Es más, sus textos están transidos de historia personal, lo que lo hace practicante de la llamada auto-ficción, tan recurrente en los análisis literarios hoy en día.

Con su novela “La secreta” (2014) ratifica aún más la fuerza de su impulso creador, lo que le ha permitido configurar su propio universo narrativo. Y este universo se fortalece en su nueva novela, “Bajo el cielo sucio” (2018)

Con esta novela reafirma su compromiso con el lenguaje y la estructura del relato, se adentra valeroso en los intríngulis de la violencia, como tantos autores que la hemos padecido a lo largo de nuestra vida, pero con fuerza renovada por su concepción del mundo.

Dicho de otra manera, es una visión personal y familiar de esa violencia a través de su propia historia. Con esto corrobora su accionar dentro de la auto-ficción. No porque antes los escritores no reflejaran en sus escritos su historia personal. Pero lo hacían como prestándosela a personajes y lugares ficticios. La verdadera auto-ficción es aquella que desdobla desde la oscuridad de mente y espíritu las historias personales, familiares, con nombres propios de personas, pueblos y localidades, que, una vez desarrolladas y contadas son, en suma, la historia nacional.

No sé si esta novela sea la misma que José Nodier anunciara en una entrevista bajo el título de “Batalla de vientos”. Parece que sí, porque su explicación contiene el mismo argumento familiar que se desarrolla en “Bajo el cielo sucio”. Explicó, entonces, “Batalla de vientos” es también la historia de la violencia que me correspondió. No puedo ignorar que mis abuelos fueron protagonistas de la violencia de 1948. Por el lado de los Solórzano fuimos aves raras, pajarracos, que nos defendimos de la alevosía roja en La Virginia, en Calarcá, y por el lado de los Castaños, fuimos vociferantes liberales, perseguidos por la otra rama familiar. Mi generación estuvo entre dos fuegos de traumas y resentimientos, de terribles pugnas internas, que luego derivaron en lo que hoy somos: un país enfermo, indolente, corrupto y terriblemente injusto”.

Sus palabras resumen nuestra triste historia, nacida de la narración de las circunstancias que dieran origen a su tronco familiar. La mayoría hemos superado la narrativa partidista, que tanto agobió nuestra literatura, para enfrentarla desde la perspectiva de nuestra experiencia vital. La violencia, siempre.

A leer, entonces, “Bajo el cielo sucio” de José Nodier.

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