Un hermoso animal

Benhur Sánchez Suárez

El amor es el motor de la novela “Dulce animal de compañía”, del escritor Triunfo Arciniegas. Dulce como el título nos la presenta aunque cruel también por las historias que se entrelazan y convergen en una vida común, en un lugar común, en una región común de Colombia: Santander. Dulce por el lenguaje poético que utiliza y cruel por las vidas que se desarrollan a lo largo de sus páginas.

La historia se sustenta en sucesos cotidianos, diálogos ligeros y comunes, que traslucen miseria y muerte. Pero Triunfo Arciniegas los despoja de sacralidad, revierte atávicos tabúes sociales, religiosos y políticos y hace un retrato impresionante de las relaciones de pareja no sólo de su región, sino de la contemporaneidad del mundo.

Los personajes, apenas alfabetas, razonan en la simplicidad de sus pensamientos e imponen una cultura del hacer que va acorde con sus ideas. Y ese universo provincial se transforma, deja en el lector la sensación de que va desapareciendo para dar a luz un monstruo cuya fisonomía aún no reconocemos.

Y el amor, como centro, atraviesa las etapas necesarias de la ensoñación, el sexo y el olvido. Y aunque el amor es el motor y centro de la historia, el autor ha sabido verter estos conocimientos y sentimientos a través del lenguaje poético.

Un monumento a la palabra, un nombrar de nuevo los objetos con ojos y visiones diferentes a las conocidas aunque se cuente lo que ya han contado muchos. Porque nada hay más común que el amor y, sin embargo, Triunfo Arciniegas nos demuestra que se puede describir y narrar de nuevo con distinto lenguaje y una estructura diferente.

“Los últimos pájaros llegaron a dormir a los árboles del parque. Luego vendrían a esculcarse los enamorados. Más tarde, como si nada, pasarían los ladrones, los borrachos, los policías. Unos se fumarían un cigarrillo y otros echarían un ojo para decidir si se quedaban o buscaban nuevos rumbos. Por último, vendrían los gatos extraviados, los perros sin dueño, las ratas hambrientas, Y luego nadie”. Nada más fiel al retrato de un parque en nuestros pueblos.

La novela está estructurada en dos partes que, a su vez, están integradas cada una por breves capítulos, que por su misma brevedad, configuran el ritmo y la intensidad del relato. Cada capítulo lleva el nombre de los personajes principales: Renata, Mi cabo Ardilla y El viejo, en la primera parte, y Antonio, Daniel y Teresa, en la segunda.

“La muerte era eso: no ver más a alguien. O no haber visto nunca a alguien”.

El dominio del lenguaje hace que la novela genere una lectura placentera, a pesar de la crueldad de los conflictos y las disputas que la vida infringe a los personajes.

Deberían leerla.

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