Balances

Roberto Santofimio

Al concluir los XX Juegos Nacionales, es necesario efectuar con el detalle que amerita, los análisis sobre la participación de la delegación tolimense en el máximo certamen del deporte colombiano. Las cifras siempre dan diversos destellos y por eso para algunos bastó ocupar el décimo lugar en el medallero, para que el resultado fuera sobre valorado y al compararle con recientes versiones, se pudiera invocar que acababa de alcanzarse el logro más significativo, lo que puede ser cierto, solo que desconoce la historia porque si bien el total de preseas, iguala en valor el segundo recuento, las doradas son menos que las que se obtuvieron en tres versiones previas y la inclusión dentro del ‘Top 10’, que se divulgó con emoción, tampoco es novedad, porque incluso se estuvo más adelante en otras cinco ocasiones.

Si bien es claro que en el deporte nacional hay tres potencias, muy lejos del resto, lo que corresponde es estudiar las múltiples circunstancias que nos llevan a producir menos deportistas de nivel, que otras regiones a las que nos podríamos asimilar y si se pretende seguir con base en las cifras, podría empezarse por cotejar la inversión, junto a la real cuantificación de atletas y disciplinas, contra las conquistas; puesto que si bien Boyacá completa su tercera oportunidad entre los cinco primeros, valdría la pena entender porqué en Risaralda con muchos menos atletas terminen sextos, con el doble de ascensos al pódium y si se revisa el historial en 2004 estábamos casi a la par, en 2008 y 2012 nos sacaron un 50 por ciento de más en el total, pero ya hace tres años nos duplicaban en oros y ahora no solo nos doblaron en platas y bronces, sino que aún restándole el botín de la famosa arquera, tiene el triple de oros.

En el Tolima, debe darse paso a planes, con metas y compromisos, que sean verificables y abandonar la terrible experiencia de malgastar dinero en esos que fueron grandes, pero gozando de prerrogativas, ya no están en el máximo nivel o en aquellos que se mueven en otros espacios y por sus ocupaciones no pueden representarnos.

En este balance, debe de categorizarse sin recelo nuestro deporte, dándole prioridad a los que son trabajadores y presentan resultados, porque tiene certeza manifestar que este terruño, además de ser fértil para billaristas, saltadoras y nadadores, compite con decoro en el boxeo, el tejo, la esgrima, la lucha, el tenis de mesa y el polo acuático; dando un lugar de espera a la obligada renovación de la gimnasia y al progreso de las artes marciales.

Pero sin olvidar que aquí el éxito es individual y parece excepcional poder reunir una generación triunfadora, sin incurrir en equivocaciones como las que nos llevaron al fracaso, entre las que se destacan las equivocadas inscripciones o los que no visualizaron el nivel de esta competición. Pero si se trata de viveza, el equipo que se reforzó con veteranas e ilusionó, solo generará efecto favorable si las jóvenes suplentes aprendieron de ellas.

Definitivamente, hacer el plan sin escudriñar las razones, es lo que deja resultados diferentes a los pronósticos y no vale excusarse en la carencia de escenarios, porque en lugares de recreación, en sitios improvisados o en gimnasios humildes, se forjaron los metales que pese a ser pocos, si nos enorgullecen.

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