El primer año

Siempre el primer año de un Gobierno es de optimismo de los ciudadanos que se traduce en buenos resultados en materia de opinión favorable.

Y la mirada de largo plazo es la que se debe enfatizar en una evaluación de esta naturaleza para evitar caer en las miradas simplistas que llenan las columnas de revistas y periódicos.

 

Empecemos por lo bueno de este primer año. Sin duda las dos reformas estructurales en materia económica, la de regalías y la de estabilidad fiscal, pues abordan problemas de fondo que si se reglamentan bien pueden generar una buena situación fiscal de largo plazo. El resto de leyes aprobadas tienen mucho de contenido para la galería y su impacto va a ser sin duda menor.
 

 

En lo bueno el frente de relaciones internacionales. El acercamiento con los vecinos le ha salido muy bien (aunque hay muchas dudas sobre el tema comercial), el manejo de Naciones Unidas ha sido impecable y la apertura política y comercial a otras regiones va por buen camino. Dos pequeños lunares. Los amigos en las embajadas y el desmadre de dos aviones e invitados en su viaje a México. Un poco de austeridad no le quedaría mal.
 

 

En lo regular hay mucho. Varias de las locomotoras no arrancan (minería, agricultura, infraestructura e innovación) y muchos de los ministros con grandes credenciales se han quedado a la hora de ejecutar y mostrar resultados. En un Gobierno que delega en sus ministros tanto, si ese eslabón fundamental falla, los resultados no se ven. No hay que olvidar que hay una curva de aprendizaje de los ministros en un nuevo Gobierno, pero lo que preocupa es que muchos de los que muestran menos resultados son los que más experiencia pública tenían.
 

 

La Ley de víctimas, que tiene grandes similitudes con lo que casi se aprueba a finales del Gobierno anterior, deja abierta una tronera fiscal que puede en el mediano plazo costarnos a los ciudadanos la bicoca de 52 billones de pesos sólo por el lucro cesante en el tema de tierras, según cálculos del profesor Luis Jorge Garay. El concepto de daño no tuvo la definición apropiada y queda expuesto el país a demandas que si se suman otros aspectos distinto al de tierras puede pasar de los 100 billones el contingente financiero que echa por la borda la estabilidad fiscal de la Nación.
 

 

También es regular la gestión en medio ambiente. La interinidad en el año con dos ministros, una nombrada y otra mandando desde Palacio, produjo una parálisis que tiene grandes proyectos de las locomotoras frenadas. Hay incertidumbre frente a este tema en importantes sectores de la economía, pues la indefinición de para donde va la política ambiental tiene a inversionistas de toda índole frenados. Hay una gran oportunidad, la reforma de las CAR, que si bien se perdió el envión inicial producto de la bicefalia existente, y la creación del nuevo Ministerio.
 

 

Para finalizar, el gran lunar de este Gobierno es el de la seguridad. No se puede tapar el Sol con las manos, la percepción de inseguridad aumenta día a día. El golpe del 'Mono Jojoy' fue un gran éxito, aunque no nos digamos mentiras: es más producto de lo que se venía trabajando desde el Gobierno anterior. Las bandas criminales y la FARC han logrado revertir esa sensación de seguridad que existía y la palabra confianza empieza a tambalear. El secuestro y la extorsión son de nuevo parte de toda conversación en los más distintos círculos sociales. El deterioro en esta materia se siente mucho más por fuera de la capital. Quizá por ello la mayoría de los medios bogotanos, que viven muy desconectados de la realidad regional, no le dan la trascendencia que se siente en la provincia colombiana. Un ajuste de fondo en esta materia es necesario o todo lo demás se irá, más temprano que tarde, por la borda.

Credito
FRANCISCO SANTOS

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