A por el centro

Se siente al rompe que Colombia, como una comunidad política, acusa desgaste y cansancio respecto a:

1) Una derecha arrogante que, cuando no es violenta y paramilitar, predica sin sonrojo que en el país no es necesario cambiar nada porque para todo va bien,   dejando las cosas en su statu quo y al individuo intocado en su solitaria privacidad.

2) Una izquierda fatigosa que, cuando no es violenta y fariana o elenista, predica letanías para decir que en el país es necesario cambiarlo todo, porque solo con ellos, adanes apocalípticos, el mundo tiene alfa y omega, reduciendo a una visión estadocéntrica, todo sentido integral de lo público y la ciudadanía.


3) Unos insípidos sectores lacrimosos que se la pasan indignados creyendo que son los únicos honestos y ponderados, pidiendo la palabra cuando nadie se las ha quitado y tomándosela para denunciar la ineptitud y corrupción de otros sin reparar en las propias posibles ineptitudes y corruptibilidades, autoproclamándose representantes de una sociedad civil que no les ha dado mandato alguno, ni cheques en blanco.


En este contexto varios sectores políticos quieren abocar los futuros rituales electorales presentándose ante la comunidad como  propuestas de centro, ponderadas y pragmáticas.


En el anhelo de un proyecto político novedoso, inspirador, ponderado y de centro ganan validez estas preguntas:


¿Quiénes proponen un proyecto económico, social, cultural y político que intente la construcción de una democracia sustantiva que sea al mismo tiempo segura, productiva, justa, incluyente, sostenible, soberana e institucional?


¿Quiénes proponen una reingeniería fundamental del régimen político colombiano para sacarlo de su recalentado sistema presidencialista y llevarlo por senderos de un régimen parlamentario que tramite más públicamente los intereses que tejen la compleja urdimbre de la agenda pública?


¿Quiénes están jugados a fondo con la revisión de la fallida lucha contra la droga y el armamentismo galopante en manos de civiles?


¿Quiénes proponen más empresarios generadores de riqueza, capital social y sostenibilidad ambiental y menos negociantes cazadores de rentas?


¿Quiénes proponen emprender la paz con las víctimas y los excluidos y no negociar la paz con los violentos?


¿Quiénes hablan de más autonomía responsable para las entidades territoriales en un país que frenó la descentralización?


¿Quiénes hablan de reivindicar la persona y las comunidades en sus autonomía y derechos para ejercer la solidaridad y participar de la gestión del bien común?


¿Quiénes proponen ir más allá de un Estado mínimo o burocrático y construir un  Estado socialmente competente promotor del bien común?


¿Quiénes proponen que la lucha por la probidad y la transparencia, por la convivencia y la dignidad de las personas, sea una empresa cultural que requiere más liderazgos colectivos, que arengas y diatribas solitarias y mesiánicas?


Una propuesta política de centro no se construye en contra de nadie, ni anunciando cataclismos, ni agenciando caudillismos, ni con nostalgias pretéritas, ni con adjetivos, ni prejuicios. El imperativo para una propuesta política de centro es afirmar la democracia sustantiva y no tratarla como adjetivo de comodín para la coyuntura. El centro es democracia.

Credito
ALFREDO SARMIENTO NARVÁEZ

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