Colombia: Fe, Creatividad y Sudor

Alfredo Sarmiento Narváez

Cuando Jorge Luis Borges vino a Colombia y visitó entre otros escenarios a la Universidad de los Andes, tuvo a bien, después de su partida, escribir ¨Ulrica¨, según algunos analistas literarios, uno de los pocos cuentos de amor del ensayista, cuentista, poeta y entusiasta conferencista que honró a este país con su presencia. Ulrica, una mujer noruega, muy dueña de sí misma, autónoma y sensual por su audacia, le pregunta en el cuento a un catedrático colombiano de la Universidad de los Andes, Javier Otálora, qué es ser colombiano, a lo que nuestro compatriota contesta: ¨ser colombiano es un acto de fe¨.

Esa sensación se llevó Borges en el alma después de visitarnos y la dejó plasmada en su cuento. Qué sensibilidad, qué capacidad ciertamente clásica, por lo vigencia que aún mantiene, para percibir, sentir y describir la experiencia de ser Colombiano.

¿Y de qué fe se trata, esa de ser colombiano? Hay tantas respuestas como almas corporizadas y cuerpos animados hay en nuestro pueblo. Con humildad aporto la visión al respecto y apelo a Unamuno cuando expresó en el Sentimiento Trágico de la Vida que ¨Fe no es creer en lo que no se ve, sino crear lo que no se ve¨. Esa es mi fe en Colombia, crear lo que aún no estamos viendo: una mejor democracia, perfectible ciertamente, pero afortunadamente vital, con más riqueza económica real y no fruto de las prácticas rentísticas, con más capital social y confianza entre todos los actores sociales, con sostenibilidad ambiental, con prácticas dignificantes de las personas y de las comunidades, con más inclusión, con más justicia, con más diversidad, con más solidaridad, con menos libertinajes, con menos igualitarismos ramplones, con menos fraternidades sectarias.

Caray, también es cierto que el acto creativo es uno por ciento inspiración y noventa y nueve por ciento transpiración. Así las cosas, Colombia como acto de fe, es un acto creativo y un sudor constante, sudor del alma, de la mente, del cuerpo, de nuestros colectivos sociales, de nuestras comunidades barriales y rurales, de nuestras diversas comunidades de fe, de nuestros empresarios, de nuestros artistas, deportistas, de nuestros científicos y técnicos, de nuestros comunicadores sociales, de nuestros líderes sociales y políticos, de nuestros hombres y mujeres que conforman nuestras fuerzas armadas y de policía, de nuestros académicos, de nuestras madres, de nuestros padres, de nuestros hijos, de todos aquellos seres de buena voluntad y por qué no decirlo, incluso, también es un sudor cotidiano de nuestros bribones que con sus acciones, nos invitan permanentemente a rectificar.

Unas encuestas no pueden condicionar ni determinar un ethos y una praxis social y política de una sociedad. Para los que denuncian que todo va por mal camino, desde mi sentido de realidad que me permite reconocer que no estamos precisamente en el paraíso, invito a seguir transpirando para seguir creando todo aquello que nos hace sentir fe en ser colombianos. No hay tiempo para la desesperanza; podemos indignarnos, pero tenemos la responsabilidad existencial de no volvernos resentidos. Bienvenidos los anuncios.

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