¿Quién declara la guerra, quién declara la paz?

Alfredo Sarmiento Narváez

No nos llamemos a engaños, no nos confundamos en las torres de babel y en el laberinto de las permanentes y precipitadas declaraciones asociadas a la vorágine de acontecimientos que hay en el país.

Estamos llegando al punto de creer que en la sociedad colombiana todos declaramos la guerra contra todos; nada de eso, ni más faltaba. No hay que caer en esas histéricas, melodramáticas y tendenciosas maneras de interpretar lo que nos acontece como comunidad de destino .

Colombia es un pueblo discreta y mayoritariamente honesto, pacífico, laborioso y emprendedor. Son unas minorías alharaquientas, bulliciosas, codiciosas, envanecidas, con algo de poder y con nada de autoridad, en ocasiones, hábilmente mimetizadas en la ley, y en la mayoría de los casos explícitamente al margen de ella, las que pretenden imponer agendas de corrupción, violencia y confusión.

Los únicos que declaran la guerra en Colombia son grupos al margen de la ley, conexos al narcotráfico, al terrorismo, a la extorsión, al secuestro, a los ecocidios, a la usurpación en Venezuela, entreverados con la corrupción, cuyas acciones pretenden retar a una gran mayoría de la sociedad colombiana, la misma que abraza y trabaja a diario en el fortalecimiento y cualificación de unas instituciones políticas con vocación democrática.

Cuando las autoridades política y legítimamente constituidas apelan a las igualmente legítimas FFAA para que ejerzan la defensa y seguridad de todos los colombianos, así como cuando apelan a la institucionalidad encargada de impartir justicia para que haga valer la ley, no están con ello configurando una declaración de guerra, simplemente están cumpliendo con los mandatos de ley que le da marco y sentido a sus funciones públicas.

Es un falso y dañino dilema el de reducir a los colombianos a dos bandos, los amigos de la paz y los amigos de la guerra.

En Colombia tenemos derecho a una paz de todos, con todos y para todos.

Hay supremacistas de la paz que buscan imponer una narrativa totalizante para hablar de una paz de unos, con unos y para unos, irresponsable y arrogantemente, con lenguajes virulentos, califican como guerreristas y enemigos de la paz a quienes tienen ideas y propuestas diferentes en la forma de alcanzar tan anhelado y legítimo propósito. Flaco favor hacen con esa actitud para hacer de la reconciliación y la paz en el gran propósito nacional.

Nunca la construcción real de paz en una sociedad tiene que reñir con una política de seguridad y defensa que responda a una agenda de bien común.

Igualmente en Colombia tenemos derecho a una seguridad y defensa de todos, con todos y para todos.

Nunca una política de seguridad y defensa tiene porque reñir con formas plurales y pacíficas de interpretar e intervenir en la realidad social y política de una comunidad, como lo proponen algunas expresiones supremacistas de la seguridad y la defensa, que se arrogan el tema de manera excluyente y confrontacional con la sociedad civil que es el espacio por antonomasia de la autonomía y la diversidad. Si lo anterior es claro, también hay que decir que ante la amenaza de los violentos, las acciones de fuerza y de justicia tienen que ser contundentes y ejemplarizantes y ejercidas con apego estricto a lo que impone la ley en materia de derechos humanos y derecho internacional humanitario.

Constructores de paz, seguridad y defensa somos todos, la paz, la seguridad y la defensa la tenemos que ejercer entre todos y para beneficio de todos. La paz, la seguridad y la defensa, son propósitos ecuménicos, no son agendas sectarias.

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