Un tinto, por favor

Es la más deliciosa de las bebidas. Tonificante como ninguna. Una compañía muy especial para todos los momentos. Después de Rosita es lo que más deseo que esté siempre a mi lado. El tinto me lo tomo bien negro y sin azúcar.

Colombia tiene la dicha de ser uno de los mayores productores de café. El más especial y suave del mundo. Quinientas cincuenta mil familias dependen de su cultivo. En su inmensa mayoría, el 80 por ciento por lo menos, son personas pobres, propietarias de una o dos hectáreas de tierra que aprovechan al máximo para sostener el núcleo familiar.

Durante años fue la actividad productora por excelencia. Nuestra mayor generadora de divisas. El país se sostenía gracias a la actividad cafetera, que producía empleo, comercio, dólares.

Además, con cargo a ella se atendían los requerimientos sociales de los habitantes de las regiones donde se cultiva el grano, las dos terceras partes de nuestro territorio. Carreteras, escuelas, puestos de salud, telefonía rural, acueductos veredales, energía, obras y servicios valiosos que se desarrollaban con cargo al fondo cafetero. Todavía.

Pero la caficultura está en crisis. Ya no se produce en la misma cantidad. Los cafetales son afectados por plagas de difícil erradicación. Los precios internacionales han caído dramáticamente. Y la incontrolable revaluación del peso, siendo principalmente producto de exportación, ha reducido el ingreso de los caficultores. Se está produciendo a pérdida. La pobreza campea en las zonas cafeteras.

Por eso los reclamos, las manifestaciones, las marchas, las denuncias, a lo cual se han sumado los cultivadores de cacao. Han ocurrido confrontaciones indeseables con la Fuerza Pública y buen número de los reclamantes han resultado lesionados.


También miembros de la Fuerza Pública. Es una desgracia que estando asistido el movimiento cafetero y cacaotero de tanta equidad, se hayan presentado desbordamientos.


Por fortuna, cuando escribo esta columna están hablando los cultivadores de café y cacao con el gobierno. Más allá de cualquier consideración por la forma como terminaron expresándose algunos sectores campesinos, hay un altísimo sentido de justicia en sus solicitudes de solidaridad. Es imperioso un arreglo
digno. Y hay que celebrarlo, ¡con un tinto, por favor!

Credito
HORACIO SERPA

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