La profecía de Brasil

La única manera de comprender el tiempo en que uno vive es evaluarlo según cumpla o traicione una profecía anterior. Sin la profecía, no hay argumento. Sin argumento, no hay comprensión.

La profecía era antaño formulada por líderes religiosos. Una vez fijada en las mentes ella sirve de puerto de llegada para medir si avanzamos hacia ella  o si nos desviamos de ella. La profecía  inspira un rumbo a la Historia ¿Qué hubiera sido la larga travesía  del pueblo judío por el desierto una vez que escapó de Egipto, sin la Tierra Prometida? No ya una travesía entre el ser y el deber ser, sino un devenir errante en medio de la nada.

Una vez que el mundo se secularizó, los nuevos profetas pasaron a ser los intelectuales y los políticos. Pensadores como Montesquieu, Rousseau, Voltaire, Miranda, Caldas, Nariño, Adam Smith, Karl Marx, profetizaron la realización de los nuevos ideales políticos de la generación contemporánea. Henry Kissinger se sumó a los profetas. 

Desde el Departamento de Estado en Washington profetizo: “adonde se incline Brasil se inclinará América latina”. Brasil comenzó un desarrollo acelerado y creyó a pie juntilla la “profecía” Kissingeriana. Toda el tiempo transcurrido de mediados de los sesenta hasta más o menos el 2010, creyó siempre lo que el profesor W.W. Rostow en “Las etapas del crecimiento Económico” sostuvo: “Lo importante es el desarrollo económico, lo demás vendría por añadidura”. 

Brasil ha buscado obsesivamente el desarrollo económico pisoteando en el camino los valores no económicos, como la salud, la educación, la seguridad. Gracias a los excelentes precios de los “commodity” en los mercados, acumuló reservas por casi 300 mil millones de dólares. Se convirtió en la octava  economía mundial  (por tamaño del PBI). El enorme flujo de dinero que con la administración Lula se juntó, fue un legado que su sucesora Dilma Rousseff malgastó. Su popularidad, mejor dicho su aceptación pública es de apenas un 30 por ciento. Aún los brasileños recuerdan la chifladera que le propinaron cuando inauguraba la Copa Confederaciones. Chiflar por una copa de fútbol en un país cinco veces campeón mundial? Algo más hay debajo de ello y así es. La primera protesta se inició con 50 personas hace dos meses en Porto Alegre y se extendió a Natal, Salvador, Recife, Sao Paulo, Goima y Río de Janeiro. ¿Quiénes protestan?, ¿los trabajadores?, los asalariados miembros del PT gobernante? No, protesta la clase media. 

Por primera vez, en la región la Clase Media protesta por el desencantamiento con las promesas de cambio que ofreció Dilma Rousseff y Luis Lula Da Silva. Unos de los carteles decía “O paran la robadera, o paramos todo Brasil”. En las redes sociales hay suficiente material que denuncia corrupción. La gente se pregunta, si no hay reales para la salud y la educación, por qué el gobierno gasta 35.000 millones de dólares remodelando estadios de fútbol? 

Pelé, antes un jugador de fútbol y hoy un admirador del gobierno, salió a decir “todos nos debemos unir en torno a la selección”. Otro futbolista, Romario dijo “Pelé es un poeta en silencio sin comprensión por lo que pasa en el país”.  Pero la falta de comprensión parece ser la característica de este Brasil.

La Clase Media y sobretodo los estudiantes protestan por el empobrecimiento continuo que sufren por la inflación y el olvido de las promesas electorales de la Señora Dilma. Una alborada peligrosa para la economía se vislumbra en el horizonte…

Credito
Roberto Shaves-Ford

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