El ocaso de los necios…

El enorme esfuerzo retórico del alcalde Gustavo Petro dirigido a mantenerse vivo políticamente es además del repudio a la Constitución de 1991, una manera muy particular de aglutinar tras de sí a los herederos de Víctor Hugo a los cuales él promete redimir sin la ayuda de la pastora Piraquive del Mira o de algún otro movimiento político religioso con grandes raíces capitalistas y especuladoras.

Un tal José María Armenta, Magistrado por lotería, suerte o privilegio político encontró un alivio transitorio, un suspiro – como dirían las señoras -, pero el tal A-rmenta entra ahora a tratar de explicar su genialidad jurídica, en medio de la gala de frivolidad de la cual hace gala.

Un análisis de su sesudo fallo lo muestra como producto de un casting de supina ignorancia constitucional.

Mucha de la gente que se agolpa o que “trastean” los acólitos de Don Gustavo por Bogotá ven en él al “revolucionario” de un proyecto nacional y popular.

Como siempre altivo, hace gala de la soberbia propia de los burócratas que reclaman un respeto especial, no por su gestión, sino por el poder que ostentan y que hoy ya casi desnudo de él deambula en un parloteo público que raya en lo vesánico.

En Bogotá existe una historia de gestión triste, que va desde el legendario Lucho Garzón, pasando por los nietos del dictador Rojas Pinilla y ahora con Don Gustavo, pero la decadencia política de esta ciudad se patentiza en el mismo instante en que los vicios privados asumieron la dimensión de lo público.

Tal vez estamos asistiendo al colorario de un tiempo en que los alcaldes del Polo Alternativo solo ponderaron la obediencia y maltrataron el pensamiento crítico pretendiendo con ello una historia reescrita para cubrir así sus devaneos políticos.

No tiene sentido cargar las tintas sobre el llamado Polo Alternativo, Petro es hijo de ellos, pero tanto Don Gustavo como aquellos otros no son causa del desatino político de los Bogotanos, sino solamente su resultante. Ahora, hoy, en un esfuerzo desesperado, Petro quiere “democratización judicial”, un vergonzoso intento de someter a los jueces bajo el pie del poder político y popular, bajo la imposición vehemente de un discurso único que hasta ahora solo ha servido para deteriorar a un más la convivencia democrática y en nada ayuda a darle una mejor calidad a la política que, en los últimos años, pretenciosamente fue calificada de transformadora.

Toda esa gente que casi diariamente se junta en la Plaza de Bolívar, frente al Palacio del Liévano, se reúne – según ellos – para ser la conciencia crítica y convertirse en los justificadores intelectuales de los errores de Petro.

Pero toda esa gente olvido que en política la mejor forma de ayudar al adversario es persistiendo en el error.

Allí es donde la convicción de desvanece para darle vida a la necedad…

Credito
ROBERT SHAVES-FORD D.

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