La Argentina de hoy...

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La situación en que están Cristina Kirchner y sus cortesanos sería menos grave si aún les sonriera la maltrecha economía nacional, pero, después de haberlos apoyado, la economía se ha transformado en un enemigo que es cada vez más feroz.

Como muchos han señalado con pesar, es en buena medida merced a la inflación y la vertiginosa desaceleración industrial, amén que la gente se siente indignada por la corrupción, o sea, por el saqueo sistemático de los recursos del país por una banda que, so pretexto de estar llevando a cabo una especie de revolución popular, se dedica a enriquecerse, apropiándose de tajadas crecientes de la riqueza nacional.

Ese latrocinio así supuesto no motivaría muchas protestas si existiera la sensación de que todo marchara viento en popa, pero, desgraciadamente para los kirchneristas, este dista de ser el caso. Por el contrario, el país parece destinado a hundirse en una nueva crisis terminal y la coyuntura internacional le será desfavorable.

He aquí una razón del espectáculo conmovedor que brindó hace poco Axel Kicillof, un hombre prepotente, quien es el ministro de Economía y que hasta hace poco no era más que un teórico marxista que enseñaba Teoría Económica Marxista en la Universidad de Buenos Aires.

Kicillof se sentó en Nueva York, en el Consulado Argentino, a hablar de lo que sabe, Teoría Económica Marxista, en medio de un auditorio lleno de banqueros, que, por lo general, desprecian a Marx y sus seguidores los países que por fortuna, de manera ordenada, viran quizá hacia un socialismo democrático o una socialdemocracia, salvo quienes gobiernan los enanos económicos de Cuba, Corea del Norte y Venezuela.

La espléndida intervención del Ministro de Economía ha motivado que muchos de los bancos en la city neoyorquina le comiencen a cerrar puertas, o sea que la Argentina de Cristina puede quedar -en términos financieros-“sub standard” al igual que los tres enanos. Argentina se ha convertido, una vez más, en una “kakistocracia”, una sociedad gobernada por los peores, una calamidad que no inquietaría a los kirchneristas que, por principio, son contrarios a los esquemas aristocráticos en que se supone que quienes desempeñan dicha tarea son los mejores, pero que no puede sino preocupar a las víctimas en potencia de sus experimentos disparatados.

Claro, ninguno de los ministros y secretarios de estado ven la necesidad o la conveniencia de alejarse ya de un gobierno cuyos integrantes parecen enorgullecerse de su ineptitud. Tampoco sorprendería que la mismísima Cristina, atosigada por un mundo que insiste en caerle encima y por colaboradores que no están a su altura, también compartiera los sentimientos del marxista que, según las pautas de otros tiempos, es hoy el miembro más importante de su gavilla.

Credito
ROBERTO SHAVES FORD D.

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