El virus de Hong Kong

Hong Kong no es, por su historia y por su relativo aislamiento de la China profunda, igual a ésta, pero forma parte de ella pese a su régimen especial.

Todavía bajo la ocupación inglesa, entre las décadas de 1920 y 1950, en tiempos de la dictadura de Chiang Kai-Shek, tenía algún margen de libertad del que no disponía el resto de China, que el acuerdo de reunificación entre la oligarquía financiera de la excolonia y el gobierno de Pekín restringió, pero no suprimió.

Esa es la base histórica de la actual rebelión estudiantil y de la clase media más acomodada, apoyada por los sindicatos libres de trabajadores que, dicho sea de paso, no existen en la China continental. En la China moderna, desde Sun Yat-sen hasta la fundación del Partido Comunista por el profesor Chen Duhsiu en la Universidad de Pekín, las rebeliones democráticas y sociales tomaron siempre la forma de estallidos callejeros encabezados por los estudiantes (Mao Tse Tung y Chu En Lai también lo eran) y después, al desarrollarse, contagiaron a los sectores más avanzados de los oprimidos de las ciudades.

Hong Kong es una de las ciudades chinas más prósperas, pero un quinto de su población vive bajo el nivel de pobreza, los salarios promedio son de algo más de tres dólares diarios y los trabajadores no tienen ni protección a los desocupados, ni jubilaciones, ni sindicatos, ni convenciones colectivas de trabajo.

Las reglas impuestas desde Pekín para elegir el nuevo gobierno local entre seis candidatos con el visto bueno político del gobierno central chino provocaron el estallido de los jóvenes estudiantes que la represión policial amplió y extendió. Ante la incapacidad de las autoridades chinas de hacer promesas o concesiones y ante las amenazas de mayor presión, las cosas llegan ahora a un punto de gran tensión. O Pekín hace intervenir el Ejército, como lo hizo en Tiananmen, provocando una nueva matanza que dañaría gravemente el prestigio de China o dialoga con los estudiantes.

El conflicto en Hong Kong estalló cuando la economía china, que sigue creciendo, pierde ímpetu y debe enfrentar la amenaza de una gran burbuja inmobiliaria provocada por la especulación que ha creado urbes nuevas sin habitantes y crisis de quiebra en seis de los mayores bancos chinos. A lo anterior se suma la aparición de problemas étnicos entre la mayoría y las minorías, sobre todo en las regiones fronterizas como el Sin jian o Tíbet.

El feroz desarrollo capitalista, sin reglas y con gran peso del capital extranjero, ha exacerbado las contradicciones entre las regiones costeñas y las del interior, las ciudades y el campo, el centro poblado y la periferia, la industrialización y el medio ambiente. Sobre todo, transformó al Partido Comunista de Mao en el protector de sus miembros multimillonarios, cuyos escándalos y cuya corrupción y lujo extremo se oponen frontalmente a la moral confuciana conservadora y tradicional promovida oficialmente desde inicios de la revolución y al estilo de vida de la mayoría aún campesina del país.

Tal vez, occidente quiera debilitar al país más importante del grupo Brics que, además, es el principal sostén de Putin y de Irán. Pero los problemas son chinos y sólo en China pueden tener una solución nacional, democrática y social.

Credito
ROBERT SHAVES FORD D.

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