Ufff... Por poco

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Dilma Roussefff, del Partido de los Trabajadores (PT), presidenta de la séptima economía del mundo en los últimos cuatro años, gobernará Brasil otro cuatrienio a partir del 1 de enero de 2015. Ha ganado por un ajustadísimo margen. Fue necesario recontar casi hasta la última papeleta para asegurar el resultado y dar la noticia definitiva. Rousseff obtuvo el 51,64% contra el 48,36% de su oponente, el liberal Aécio Neves, del Partido de la Socialdemocracia Brasileña (PSDB).

Para Rousseff el Estado clave de Minas Gerais, en el centro del mapa, cuna de ambos y donde Neves ejerció como gobernador durante ocho años, fue donde la presidenta obtuvo una ventaja impensable. Con este triunfo, el PT, verdadera máquina electoral y la mayor formación con estructura de partido político de Brasil, estará en el poder al menos 16 años seguidos: ocho con Lula, desde 2002 a 2010, y otros tantos con Rousseff, de 2010 a 2018, y si Dilma lo hace bien, Lula da Silva volverá a ser presidente por tercera vez.

Pero la votación deja inquietudes grandes. El parlamento estará dividido entre 18 partidos políticos y no será fácil un diálogo entre el Ejecutivo, sus propuestas y las de los parlamentarios. También un 48% de votación en contra muestra que medio país no está conforme con la politica económica del Gobierno. Cerca de 100 millones de brasileños viven con menos de 700 dólares al mes, gran parte de ellos fueron los votantes de Dilma, pero con una economía que crecía al 7% anual y ahora solo lo hará a un poco menos del 1%, no se sabe de donde saldrán los recursos para reflotarla y frenar una fuerte inflación y continuar con los planes sociales para esas 100 millones de personas.

De seguro el ministro de Hacienda, Guido Mantega, caerá, pues los populistas acaban echando la culpa de sus desaciertos en los burócratas que manejan el dinero. Ella sabe que hereda, por ello, su promesa de construir un Brasil más productivo y más moderno. De ahí que las primeras palabras, tanto de Rousseff como de Neves, estuvieran encaminadas a tratar de reparar esta grieta manifiesta entre el Norte y el Sur. Muchos analistas políticos alertaban de un Brasil dividido, partido aparentemente en dos, donde los seguidores de un partido y otro se han enredado en discusiones fuertes e, incluso, en conatos de enfrentamiento en la calle.

Añadían que la primera tarea del ganador deberá ser empeñarse en una suerte de reconciliación nacional para cerrar la herida abierta durante las tres semanas vertiginosas de una dura campaña. El primer discurso de Rousseff, pronunciado muy poco después de saber que será presidenta cuatro años más, apuntó en esa dirección a unificar y reconciliar a los dos Brasil, los dos Brasil que sufrirán una crisis económica y financiera y de paso la harán sentir en lo que queda del Mercosur.

Credito
ROBERTO SHAVES FORD D.

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