La sombra de Francisco

El tiempo es superior al espacio”.

Enigmática frase de la “Envangelii Gaudium” que el lúcido vaticanista Sandro Magister interpreta como señal de la las corrientes opuestas de la iglesia. Y la sensación que dejó en muchos el primer paso hacia el documento que surgirá del encuentro sinodal del 2015, es que el ala conservadora está dispuesta a resistir las aperturas y reorientaciones que pretende el pontífice argentino.

A esta asamblea de obispos, Bergoglio la condujo con la paciente inteligencia del ajedrecista. Creando el clima adecuado para que cada uno exprese su convicción más profunda y de paso deje expuesta, mediante la forma de expresarla, su posición en el tablero eclesiástico. Igual que Juan Pablo II frente al estado asambleario de la iglesia conciliar que habían dejado Juan XXIII y Pablo VI, los que observan con preocupación y desconfianza a Francisco temen que con la milenaria institución católica ocurra algo similar a lo ocurrido con la Unión Soviética: la reforma y la apertura que implicaron la Glasnost y la Perestroika no trajeron, como esperaba Mijail Gorbachov, un socialismo humanizado y mejorado con libertades y democracia, sino la desaparición súbita del Estado comunista que había fundado Lenin.

Hay edificios que no pueden abrir sus ventanas sin que incontrolables vendavales los derriben. Así ven a la Iglesia sectores de la curia romana, el colegio cardenalicio y el clero esparcido por todo el mundo. Y en este sínodo expresaron abiertamente y en términos duros que “es imprudente” revisar ciertas posturas tradicionales. De ser por ellos, seguirían tratando a la homosexualidad como un desvío o enfermedad y al divorcio como la inaceptable ruptura entre quienes “Dios ha unido hasta que la muerte los separe”.

La espiritualidad de Bergoglio no está hecha de energías en armonía, como diría él, sino de rostros humanos: Jesús, San Francisco, San José, María…”. Así lo describe Antonio Spadaro, el jesuita que dirige La Civiltá Cattolica.

En un extenso diálogo, el Papa le confiesa que lee apasionadamente a Henri de Lubac, uno de los principales exponentes de la “Nouvelle Theologie Française”. También que se sumerge a menudo en la profundidad del pensamiento de Michel de Certeau, el filósofo jesuita que escribió “La Invención de lo Cotidiano”. Paciencia infinita, serena y estratégica del Francisco. En esas páginas encuentra una interpretación del mensaje evangélico como acompañamiento de lo humano, como abrazo cálido de comprensión y compasión. Por eso, inexorablemente, Francisco marchará a contramano de la iglesia de los anatemas y los castigos. Esa iglesia que juzga, estigmatiza, condena y excomulga y comienza a edificarse a partir del Edicto de Milán del año 313 es a la que Francisco quiere cambiar enseñándole que la base de Ella no es el poder terrenal, sino el amor.

Credito
Robert Shaves Ford D.

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