¿El fin del Chavismo?

Robert Shaves Ford

Consejo Nacional Electoral (CNE) de Venezuela anunció recientemente la convocatoria de elecciones parlamentarias para el próximo 6 de diciembre. Se elegirá entonces a los 165 parlamentarios que componen la Asamblea Nacional (AN), en la que actualmente el Partido Socialista Unificado de Venezuela (Psuv) cuenta con una holgada mayoría de 99 diputados. Una mayoría que ha permitido estos años al presidente de la Asamblea, Diosdado Cabello, y al oficialismo despreciar las iniciativas políticas de la oposición, e incluso despojar abusivamente de sus credenciales e inmunidad a aquellos parlamentarios incómodos al bloque de Gobierno. La líder opositora María Corina Machado fue expulsada de la AN en 2014 con argumentos más que cuestionables y acaba de ser inhabilitada por la chavista “Contraloría” General de la República para optar a cualquier cargo público en los próximos 12 meses, una maniobra más para impedir que pueda concurrir a las urnas en diciembre. El encarcelado dirigente de la oposición Leopoldo López finalizó su huelga de hambre una vez convocados los comicios.

La convocatoria de elecciones es, sin duda, un logro democrático para la sociedad venezolana. No eran pocas las voces que pensaban que estos comicios no iban a tener lugar dado el precario apoyo del oficialismo -según las encuestas más respetadas. El nivel de rechazo gubernamental supera el 73 por ciento del electorado y la popularidad del presidente no supera el 23 por ciento- y el deterioro acelerado de la situación económica y política del país, que este año decrecerá un siete por ciento, tras hacerlo el cuatro por ciento del año anterior, entre carencias de prácticamente todo, carestía descontrolada y una inflación del 160 por ciento. Un nuevo tiempo está comenzando. El hombre de “millones y millonas” no lo cree. Para él el socialismo del siglo XXI es eterno. Maduro, su mujer Celia, quien es la “primera revolucionaria bolivariana” y Diosdado Cabello tienen la capacidad de exacerbar las divisiones internas de la oposición recurriendo al nacionalismo y atizando el fantasma del miedo.

Las condiciones que definen el campo de juego en el que las fuerzas democráticas han de jugar la partida aparentemente vician sobremanera la neutralidad del proceso. Y así, primero, los líderes muy importantes de la oposición -no sólo Leopoldo López o Antonio Ledezma- están privados de libertad y el Gobierno intentará mantenerlos en esa situación para insertar una cuña de división en la oposición. El no acceso a los medios de comunicación controlados por Maduro tampoco permite un juego claro y limpio. De otra parte, las elecciones se hará en una fecha simbólica.

El oficialismo conmemora el 6 de diciembre la elección del comandante Hugo Chávez como presidente en 1998 por mayoría absoluta holgada, poniendo fin a los desprestigiados gobiernos de la llamada Cuarta República (1830-1999), que, especialmente en sus últimos años, había llevado al país a una crisis hasta entonces desconocida, que afectaba sobremanera a las clases populares. Venezuela se ha caracterizado por esos bandazos continuos y porque sus dirigentes primero hablan y luego piensan.

Maduro, repetirá, pues controlará la Asamblea el voto electrónico y la Corte Electoral. Para todo ello sirve el G2 cubano.

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