Este Mar es mío… y haré guerra por él

Robert Shaves Ford

Un fantasma sobrevuela el mundo es el fantasma de la tercera guerra mundial. Como si parafraseara a Marx en la primera línea del Manifiesto, George Soros advierte ese peligro latente y creciente, sosteniendo que solo puede conjurarlo una alianza entre Estados Unidos y China.

La afirmación de China como protagonista a escala global, ha comenzado por la expansión de su dominio del “Nan Hai”, o Mar de la China, al que quiere convertir en un “mare nostrum” como el Mediterráneo en tiempos del Imperio Romano, generando tensiones con los países asiáticos aliados a Washington.

A Japón le disputa las islas Senkaku, mientras con Vietnam y Filipinas confronta por numerosos islas e islotes reunidos en lo que China llama “Nansha” y sus adversarios “Spratly”. Pero no sólo tiene roces cada vez más fuertes con vietnamitas, filipinos y surcoreanos. También con países musulmanes y marítimos como Malasia y Brunei.

Beijing está haciendo en el mar oriental lo que Moscú está haciendo en sus fronteras occidentales: intentar expandirse. Y en esos intentos, ambos están chocando con aliados de las potencias occidentales.

Aunque Moscú y Beijing no conforman un eje, se apoyan en sus intentos expansionistas. Y la diferencia entre la situación de hoy y la de los tiempos de la Guerra Fría, es que ambos superaron la debilidad económica congénita de las economías socialistas con planificación centralizada. Ahora, el motor económico es el capitalismo.y las armas. Un claro indicio es la decisión rusa de reforzar su arsenal nuclear con 40 nuevos misiles balísticos intercontinentales, que según Vladimir Putin están diseñados para eludir cualquier tipo de escudo antiaéreo, incluso los más sofisticados. El anuncio del jefe del Kremlin pone en riesgo nada menos que el Tratado Start, referido a reducción y limitación de armas ofensivas estratégicas. De hecho, que los norteamericanos estén invirtiendo sumas siderales en investigación para una futura colonización de Marte parece sugerir que el planeta tiene las décadas contadas.

Antes de lanzarse a sobrevivir en otros rincones de la galaxia, es posible que atraviese conflagraciones para rapiñar lo poco que vaya quedando para la subsistencia humana. Ese tiempo de conflictos de depredación sería la tercera gran guerra. Quizá la última.

Puede parecer desopilante; lo que no puede es ser descartado. Todo es posible en un mundo regido por desenfrenos. Una milicia delirante puede llevar adelante un genocidio, como el que está perpetrando ISIS contra alauitas, kurdos, chiítas, jazidis, caldeos, asirios y siriacos sin que los países que lo rodean y son enemigos del eje Teherán - Damasco - Hizbolá solo ahora, luego de París, muevan un dedo para detener ese holocausto.

A esta altura de la historia, tras los genocidios del siglo XX contra los namibios, armenios, judíos, gitanos, ucranianos, camboyanos, turkomanos caucásicos y tutsis ruandeses, entre otros, debería ser imposible perpetrar un exterminio a gran escala. Pero está ocurriendo. Y quienes lo están cometiendo lo están difundiendo al mismo tiempo.

Esta radiografía de debilidades en las entidades que deben arbitrar y administrar entendimientos globales, muestra por dónde pueden avanzar los conflictos del siglo XXI. No empezarían con choques directos entre gigantes sino, así como en la Guerra Fría, con choques indirectos entre aliados de las facciones en las que se está dividiendo el mundo.

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