El plan saudita…

Robert Shaves Ford

Como Víctor Frankestein cuando decidió acabar con el monstruo que había creado en Ingolstadt, el reino saudita dice por fin que acabará con el terrorismo ultraislamista. Y para mostrar que habla en serio, impulsa una gran alianza de países musulmanes que asociarán sus aparatos de inteligencia y sus esfuerzos militares.

Sin embargo, es precisamente la lista de 34 aliados contra el terrorismo, la que evidencia que la intención saudita no es la que declara, sino la misma que convirtió al reino de la familia Saud en un Doctor Frankestein que creó los engendros que ahora promete erradicar.

Las potencias involucradas en la guerra civil siria detectaron de inmediato que la iniciativa de Riad es una nueva estratagema para un objetivo viejo: liderar el mundo musulmán. Por eso la alianza deja afuera a Teherán a Bagdad y a Damasco.

Sencillamente, si la prioridad fuese derrotar al demencial califato instalado en el Levante y a la milicia con que Al Qaeda participa en el conflicto de Siria, la alianza incluiría a los gobiernos chiítas. Es cierto que la teocracia iraní y su socio en Damasco protegen y potencian al Hizbolá, la organización político-militar del chiísmo libanés que ha cometido cientos de masacres terroristas en su país y en lugares tan alejados como Buenos Aires.

Está claro que la principal petromonarquía del Golfo lleva décadas difundiendo de mil modos la corriente teológica más radical del Islam: el wahabismo. El adoctrinamiento incluye el odio a la cultura occidental y la consideración del chiísmo como una herejía a la que se debe combatir hasta extirparla de la “umma” (comunidad musulmana) a nivel mundial.

Cuando el ayatola Jomeini derrocó a Reza Pahlevy y convirtió la monarquía persa en una teocracia chiíta, intentó una cadena de revoluciones islamistas que derribaran, como fichas de dominó, tanto a los regímenes del sunismo secular: el naserismo egipcio, Gadafi en Libia, Hafez el Asad en Siria, el Estado libanés que encabezaban los maronitas, y el Estado laico que fundó Habib Bourguiba en Túnez.

¿Por qué también desafió a otros reinos fundamentalistas? Porque tanto Hussein, el rey jordano, como las familias reales Al Maktum, de Dubai; Al Sabah, de Kuwait; Al Jalifa, de Bahrein, Al Thani, de Qatar, y el propio clan Saud, hicieron grandes negocios con Estados Unidos y otras potencias de Occidente consideradas “infieles” y “satánicas” por el fallecido clérigo iraní, pero Iran compró en Europa y en Argentina tecnología nuclear.

Detrás de esta disputa politico-religiosa se mueven las potencias; los Estados Unidos e Israel defensores del reino Saudi ( es el mal menor) y Rusia,defensora de Irán( el mal mayor)

Cuando Abdulaziz bin Al Saud fundó el reino Saudi en 1932, nació también Aramco, firma petrolera árabe-norteamericana que introdujo la tecnología para buscar, extraer y refinar el petróleo que está bajo el desierto y hoy lo extrae a siete dolares el barril. Por eso Arabia Saudita nació como un dios Jano, con dos rostros contrapuestos: un Estado con rigor ultrarreligioso en la vida interna, pero pragmático en su política exterior. (*)Léala completa en nuestra página web

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