Un país que se miente ante el espejo

Robert Shaves Ford

Según el Barómetro de la Deuda Social que prepara la Universidad de Texas (Austin), el 48% de los colombianas vivía en 20l4 por debajo de la línea de la pobreza; un porcentaje, por otra parte, que ha venido aumentando en los últimos tiempos. Los datos ponen en discusión pronósticos optimistas, porque no revelan la imagen de un país rico, sino más bien la imagen de un país que se cree rico sin serlo. Como si los colombianos no fuéramos capaces de decir la verdad frente al espejo.

Si fuéramos sinceros con nosotros mismos, ¿qué responderíamos? Un país que se cree peor de lo que es pugna por esforzarse. Un país que se cree mejor de lo que es se duerme en los laureles. ¿Cuál es nuestro caso? ¿Qué nos mueve? ¿La insatisfacción por lo logrado o la prematura autocomplacencia a mitad de camino? Los colombianos, ¿estamos “agrandados” o “achicados” acerca de nosotros mismos? (¿qué pensará Santos?)

Las circunstancias nos brindan, al respecto, una imagen ambivalente. No tenemos enfrente, al parecer, desafíos inminentes. A diferencia de la historia los países europeos, tenemos amplios espacios. América latina es un mundo por definir. Le sobra espacio. Lo que sobra en nuestra región es la multiplicación de sus futuros.

Si Europa está, al parecer, abrumada por su rico pasado, a Latinoamérica la abruma, por el contrario, esta enceguecedora diversidad de lo que puede llegar a ser, las probables rutas de su destino. En este espacio común, ¿caben una o varias latinoaméricas? Cuando los patriotas soñaban con la independencia americana, ¿incluían en ese sueño solamente a Colombia en un futuro continental? ¿Cuánto abarcaba ese futuro? Cuando Bolívar cabalgaba a través de los Andes, ¿hasta dónde apuntaban sus sueños?

En realidad, nuestro porvenir está formado por la nube perecedera de nuestras ilusiones. Hay que concluir sin embargo que figuras como la de Bolívar sólo abrigaron sueños de independencia para los demás. Aquí cabe la sugerencia audaz de que, después de todo y pese a todo, hay progreso en la historia. Grandes generales como Sucre y Bolívar trajeron después de todo batallas y victorias, pero hubo un ingrediente que faltó en ellos y sobró en Napoleón: Ellos no buscaron imperios. Bolívar solo dictadura. Mientras Napoleón soñaba con dominar, Bolívar, inicialmente, soñaba con liberar. Los dos cruzaron enormes montañas. Su destino, empero, fue desigual.

Napoleón reflejaba un anhelo viejo como la historia: el anhelo de conquistar, Bolívar, a su vez, reflejó un anhelo revolucionario: el anhelo de liberar. Un historiador verá en este contraste el choque entre dos épocas: una, la del antiguo absolutismo; la otra, la del romanticismo liberal.

Guerreros, por supuesto, ha habido muchos. He aquí un caso en el que se unen las dos corrientes centrales de la exaltación democrática, el sable y la masonería, en armoniosa fusión. Porque el encuentro de estos dos ideales nos permite recordar la larga aventura de la libertad, de la que no han sido ajenas las glorias y las luchas del pasado. Luchas que, por más remotas que hoy nos parezcan, no fueron en vano.

Comentarios