Desplazar a Al Qaeda

Robert Shaves Ford

Un hombre se acerca al grupo de gente que fotografían el Obelisco de Teodosio, y se detona matando ocho personas. Dos meses antes, dos jihadistas se detonaron en Ankara, dejando más de 100 muertos y medio millar de heridos. Pero al presidente Erdogán le preocuparon las muertes en Estambul, por varias razones: eran turistas extranjeros, estaban a un paso de la Mezquita Azul y cerca de Santa Sofía. Ergo, la bomba estalló en el corazón turístico de la ciudad más visitada de Turquía. Y el turismo es uno de los motores principales de la economía turca.

En cambio el centenar de muertos en Ankara, que es la capital, eran en su mayoría kurdos, izquierdistas y liberales, que se disponían a marchar contra la reactivada guerra entre el Estado y los pueblos del Sur que quieren crear un país independiente llamado Kurdistán.

Los gobiernos tienen distintos modos de recibir atentados, y los terroristas diferentes formas de perpetrarlos. Al Gobierno turco le preocupa más la etnia cuyo líder independentista lleva años encarcelado en el Mar de Mármara, pero no desiste en su voluntad de secesión. Y al terrorismo que golpea a Turquía se lo puede distinguir por el blanco que elija para atacar.

En cambio, las masacres de Ankara y Estambul llevan la firma inconfundible del ISIS, porque sus blancos son siempre civiles, ya que su intención manifiesta es masacrar a gente indefensa y tomada por sorpresa en lugares públicos.

Por eso no hubo dudas cuando, en el centro de Yakarta, tres transeúntes sacaron repentinamente metrallas y dispararon ráfagas a mansalva contra la gente.

Otros detonaron los explosivos que portaban también ahí, en Thamrin, una zona coqueta y plagada de shoppings y embajadas de la capital de Indonesia.

Pero al gobierno que preside Joko Widodo le quedó claro el mensaje: ISIS ha llegado a Indonesia para quedarse.

Hasta aquí, el amo del terror en el archipiélago de más de 17.000 islas, donde vive la población musulmana más grande del mundo, era Al Qaeda. Se había asociado con Jemaah Islamiya, una organización ultraislamista que surgió en 1993, con el objetivo de crear un califato que uniera Indonesia, Malasia y Singapur, además de Mindanao y las demás islas del sur filipino con población musulmana.

Al asociarse con la entidad que presidía Osama Bin Laden, Jemaah Islamiya dio un salto cualitativo en su capacidad de cometer atentados.

Aquel imperio de Al Qaeda entre el Indico y el Pacífico, empezó a cambiar de dueño en 2014. Ese año, el feroz Al-Harakat Al-Islamiya, más conocido como Abú Sayyef (los amos de la espada) envió a su líder, Isnilon Hapilon, a jurar lealtad a los pies de Abú Bakr Al-Bagdadí. De ese modo, la guerrilla que secuestró cientos de turistas en las Joló, Basilán y Mindanao pasó a ser el brazo de ISIS en el sur de Filipinas.

Un año más tarde, 2016 comenzó con el intento de cometer en Yakarta una masacre como la que se había perpetrado en París, en noviembre de 2015.

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