Guerra y gerontocracia

Robert Shaves Ford

El parque en el centro de Washington, el Mall, tendrá que llamarse el Manifestódromo ,debido al nombramiento de Neil Gorsuch, un jurista de 49 años, para el Tribunal Supremo, un conservador en materia económica y social.

El Supremo de EE.UU. tiene un poder inimaginable. Sus nueve miembros no responden ante nadie, son vitalicios, e interpretan la Constitución. Es una institución casi mística en la iconografía estadounidense. Actualmente su composición es de cuatro republicanos y cuatro demócratas, en febrero pasado murió Antonin Scalia. Desde entonces, los republicanos del Senado han negado conceder audiencia a Merrick Garland, el centrista nominado por Obama. De los nombres que Trump declaró estar considerando para el cargo, Gorsuch es el más afín judicialmente a Scalia.

Ahora el líder demócrata del Senado, Chuck Schumer, debe decidir si hace lo mismo que los republicanos: bloquear el nombramiento de Gorsuch. Los demócratas no controlan la Cámara, pero tienen una minoría que podría bloquear el nombramiento de Gorusch.

Con esta designación Trump logra dos cosas: un juez que es, más que conservador, republicano, y la más evidente su juventud. Si es ratificado por el Senado, los conservadores tendrán asegurado el control del Supremo durante un cuarto de siglo, debido a que los jueces del Supremo son vitalicios, y porque los jueces de izquierda tienen mucha más edad que los de derechas: Ruth Bader Ginsburg, cumple 84 años; Stephen Breyer, tiene 75 años, y el republicano moderado Anthony Kennedy, 80 años. Es de prever que estos sean los próximos jueces en ser reemplazados.

Gorsuch es un conservador que se opone al aborto, a que el Estado obligue a las empresas privadas a proveer planes de salud a sus empleados o que tengan que incluir entre su cobertura métodos de control de la natalidad. Respalda la desregulación de la economía, y la pena de muerte. Está a favor que los estados tengan el máximo poder posible, algo que tradicionalmente se sitúa dentro de las interpretaciones conservadoras de la Constitución. En pocas ocasiones Gorsuch ha violado esas reglas aunque está, por ejemplo, cuando Washington era más de izquierdas que los estados, como cuando enfrentó a la petrolera californiana Chevron con los reguladores de ese estado y con la Agencia de Protección del Medio Ambiente de EE.UU.

El nombramiento del noveno juez del Supremo ha sido una de las claves de la elección de Trump. Haciendo gala de un formidable instinto político, el millonario neoyorkino giró a la derecha hace un año al defender la necesidad de “bloquear, bloquear y bloquear” el nombramiento de Garland hasta que un presidente republicano pudiera nombrar a un conservador. Ese movimiento le garantizó el apoyo de la comunidad evangélica, que no admitía a un multimillonario de Manhattan, casado tres veces y estrella de ‘reality shows’.

Comentarios