El fin de una era

Robert Shaves Ford

Los resultados de la primera vuelta de las elecciones presidenciales francesas pueden denominarse como los del fin de una era. Del resultado se pueden extraer varias conclusiones. La primera, sin duda, el fin del modelo político, social y económico de la postguerra, del fin del modelo del Estado - Nación pergeñado por gaullistas y socialistas en los años 40. Por primera vez desde 1958 ninguno de los dos grandes partidos tradicionales, Democratacristianos y Socialistas, ha conseguido pasar a la segunda ronda electoral, lo que ya es en sí mismo una noticia.

La segunda conclusión es la búsqueda de soluciones de la sociedad en opciones que están en la periferia del sistema, tal y como es el caso de los outsiders Le Pen y Macron, fortaleciendo el hiperliderazgo sobre las maquinarias de los partidos tradicionales.

La tercera es la ausencia de proyecto en el espectro político de la izquierda política que no consigue reconstruir una ideología que sea capaz de hacer frente a la extrema derecha antiliberal y al liberalismo más descarnado.

La maltrecha socialdemocracia sigue intentando reinventarse sin éxito y probando fórmulas híbridas que van desde estrategias populistas aderezadas con esencias obreras e incluso anticapitalistas (Mélenchon), pasando por fórmulas de la socialdemocracia tradicional salpicadas de decrecentismo y postmaterialismo (Hamon). La cuarta consecuencia sería la evidencia del dominio de la agenda política de la que ha hecho gala el Frente Nacional, obligando a todos sus adversarios a posicionarse en torno a sus planteamientos. La batalla del relato tiene una clara vencedora: Marine Le Pen. Ha conseguido que una parte sustantiva de la sociedad francesa la asocie con la defensa de la identidad republicana. Gracias a un estupendo “maquillaje” ha conseguido no sólo el voto obrero (objetivo ya conseguido en los 90), sino también el del precariado, en especial si este es mujer y joven, y también el homosexual. Por último, la llegada a la segunda vuelta de un ‘free rider’ como Macron que se ha beneficiado tanto de la polarización del voto como del miedo a Le Pen.

La situación francesa no se puede entender en un país que ha ido cambiando su modelo económico desde los 80, comenzó a mutar. El socialismo de Mitterrand se ha vuelto más y más liberal. No es la inmigración la que hace más poderosa a Marine Le Pen, sino la desigualdad.

Algunas proyecciones de voto en segunda vuelta dan vencedor a Macron. Ahora las alternativas son el neoliberalismo y la austeridad de Macron, frente al proteccionismo, la xenofobia y el antielitismo de Le Pen. En la segunda vuelta dos candidatos sin aparato político, pero con estructuras e implantación en el territorio, uno una fuerza de extrema derecha nacionalista que cada vez se alimenta más del descontento social, otro con políticas liberales. Desde luego se presentan unos meses apasionantes en la política francesa y también en la europea. Ya saben que “cuando Francia estornuda, Europa se resfría”.

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