Todos a Fátima…

Robert Shaves Ford

Sería fácil quedarse en la superficie. Decir que Fátima es un mero parque de atracciones religioso. Que por sus calles solo hay recuerdos made in China, estampitas impresas al por mayor o posadas cuyo mayor milagro es colgar el cartel de “aforo completo” la mayor parte del año. Quizás sea así la impresión del curioso accidental que se acerca con la capa del escepticismo. Para el devoto, en cambio, la llegada a este centro de peregrinación es el fin de una travesía soñada. El premio a un esfuerzo en el que la recompensa tiene que ver con santiguarse ante una figura y sentir de forma palpable la volatilidad de la fe.

Esa emoción lleva materializándose desde hace justo un siglo. Es el tiempo transcurrido desde que, según la leyenda, la Virgen María se les apareciera a tres pastorcillos que deambulaban con sus ovejas por esta villa portuguesa. Tuvo lugar el 13 de mayo de 1917 y se repitió a lo largo de cinco meses, hasta el mismo día de octubre. A una de ellas, Sor Lucía, la Virgen le relató tres profecías. Debía mantenerlas ocultas y rezar lo máximo posible como reparación de los pecados de la humanidad. Al episodio se le catalogó como El milagro de Fátima. Amparados en una veracidad indemostrable, se empezó a dar forma al santuario. En 1919 se levantó la capilla. De 1928 a 1953 se construyó lo que vemos actualmente: una explanada con capacidad para nueve mil asientos, una cruz de 27 metros de altura, 15 capillas y la imponente Basílica de Nuestra Señora del Rosario. El tinglado fue creciendo hasta alzarse como el negocio que hoy señalan los paseantes incrédulos: en 2015 se registraron siete millones de visitantes de 90 países.

La cifra, prevén, ascenderá a ocho millones este año, aupada por el centenario y por la asistencia del Papa Francisco, que canonizará a los pastorcillos. Los hospedajes ya lo contemplan, hinchando sus tarifas hasta los 3.000 euros por dos noches cuando en cualquier otra fecha se sitúan en torno a los 150, un emparedado pasó de 8 euros a 25 y una bebida sin alcohol de 8 euros a 30. Todo un milagro mercantil que algunos atribuyen a los pastorcitos y los mas a la Virgen. Semejante abuso ha propiciado la publicación de un manifiesto contra la acreditación del milagro de Fátima.

Ninguna de estas quejas ha minado el ánimo de los peregrinos. En Europa, muchas congregaciones se preparan para la cita.

“La excursión a Fátima no me ha cambiado la vida, pero sí me ha transformado el corazón”, se lee en un grupo en la red de Santiago de Compostela “se ven escenas sobrecogedoras que hacen que se te salten las lágrimas peregrinos de rodillas con rodilleras compradas a 15 euros y cada “fiel” con dos velas en la mano que parecen servir de pilas fúnebres y un fervor traducido en desmayos, llantos, plegarias al aire o vigilias en silencio, rezando para convertir a los pecadores en la oración y la penitencia, como ordenó supuestamente la Virgen a los pastorcillos”. Amen

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