Ahora contra Alemania

Robert Shaves Ford

Todo ha llegado de golpe. Trump ha vuelto a abrir su cuenta de Twitter, aunque no desde su teléfono Samsung Galaxy S3 -que, según la prensa estadounidense, es muy fácil de hackear- sino desde uno o varios iPhones. Y lo ha hecho para atacar a uno de los principales aliados de EE.UU. en el mundo, Alemania, con un tono de hostilidad política y amenaza de guerra comercial.

Trump madruga, se pega de su iPhone en mano declarando que “EE.UU. tiene con Alemania un déficit Masivo y que la cuarta economía mundial “paga Mucho menos de lo que debería en defensa y Otan. Esto va a cambiar”.

Trump es desde hace años el Matón del Barrio. Un muchachote sin mucha ética y pocos escrúpulos. Sostuvo, hace 20 años, que si algún día llegaba a la Casa Blanca, lo primero que iba a hacer era “echarle un impuesto a cada Mercedes que ruede por este país”.

Es un argumento un tanto surrealista y pueril, si se tiene en cuenta que los fabricantes de coches alemanes tienen el 7% de la cuota de mercado de EE.UU., menos que el 7,7% del mercado alemán que tiene el último fabricante estadounidense con presencia en Europa: Ford. No solo eso: BMW exporta coches fabricados en Estados Unidos. En lugar de culpar a Alemania, Trump podría preguntarle a la consejera delegada de General Motors, Mary Barra, por qué vendió en marzo al grupo francés PSA la unidad europea de esa empresa, Opel, en una operación que, cuando se desmenuza, revela que los estadounidenses pagaron a los franceses para que se quedasen con esa marca. La clave, tal vez, sean los 9.000 millones de dólares (8.050 millones de euros) que Opel ha perdido en 7 años.

Entretanto, en Alemania, el divorcio transatlántico se consumaba, Alemania volvía a reiterar que Europa debía ser independiente en el contexto global ante la aparente desidia de la nueva administración estadounidense por mantener el equilibrio mundial fraguado en la posguerra.

La cuestión es la credibilidad de las palabras de Merkel. La canciller nunca ha destacado por su voluntad de ejercer liderazgo internacional ni de adoptar medidas arriesgadas. Así que sus opciones para dirigir a la UE parecen limitadas, en gran medida porque no quiere admitir que, para ello, Alemania debería cambiar su política económica y gastar más, lo que es anatema en Berlín. Pero, mientras Merkel hace llamamientos para que Europa tome en sus manos su futuro, la dogmática insistencia de su Gobierno en la austeridad y en las reformas estructurales en los demás países de Europa hace eso virtualmente imposible en la práctica.

Los críticos de Merkel ven más electoralismo que geopolítica en esas declaraciones. La canciller ha dejado claro que hará de la política exterior un tema de campaña y eso requiere marcar distancias con Trump. Merkel insiste en el respeto y enfrenta el trato pueril, pero en las puertas, el 24 de septiembre tendrá que enfrentar a su rival la Socialdemocracia.

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