La matanza de Las Vegas

Robert Shaves Ford

Días atrás, desde un edificio alto de Las Vegas, un psicópata norteamericano asesinó con armas de grueso calibre a 59 personas e hirió a centenares de inocentes. Lo hizo disparando contra el público que, desprevenido, escuchaba un concierto callejero. Fue la matanza masiva más grande de la historia norteamericana.

Estados Unidos es el país desarrollado con más armas en manos de civiles por habitante. Luego del atentado, que terminó con el suicidio del asesino, las autoridades encontraron materiales para la fabricación de explosivos en su auto y en su casa.

Ocurre que la segunda enmienda de la Constitución norteamericana, adoptada en 1791, garantiza a sus ciudadanos la tenencia de armas, que en algunos estados es prácticamente irrestricta. Por ello el país del Norte tiene 85 armas por cada 100 personas, mientras Suiza tiene 50; Alemania, 30, y Francia, apenas 28.

La sociedad norteamericana está inusualmente armada, lo que de por sí es peligroso, porque alimenta la violencia. Cabe recordar que en Estados Unidos las muertes a balazos son cuatro veces más altas que en Italia, 55 más que en Francia y 336 más que en Japón. Esto transforma a Estados Unidos en una nación más peligrosa que las europeas y explica, en parte, la increíble frecuencia de los asesinatos masivos en ese país.

Esas desgraciadas cifras hablan por sí mismas. El Congreso norteamericano hasta ahora no se ha conmovido ante esa situación. Cuando, en 1996, Australia vivió uno de esos episodios, el Parlamento local adoptó medidas preventivas. Esto no ha sucedido nunca en Estados Unidos, pese a que desde 1970 más norteamericanos han muerto a balazos que el total de sus muertos en todas las guerras en las que el país ha participado. Cada día mueren a balazos nada menos que 92 personas.

Una de las principales responsables de lo que sucede es la National Rifle Association, poderoso lobby conformado por fabricantes de armas que se oponen sistemáticamente a los controles sobre su venta. Como gran contribuyente de fondos para las campañas electorales, su influencia sobre los políticos es importante. Parecería que en el país del Norte la discusión sobre la tenencia de armas fuera más importante que la defensa del derecho a la vida.

Estados Unidos, como el resto del mundo, protege la salud de su pueblo reglamentando como corresponde la venta de alimentos y medicamentos, la forma de conducir vehículos, la venta de bebidas alcohólicas, la seguridad en los aeropuertos y de muchas otras maneras. Es cierto que las normas no garantizan la seguridad, pero protegen a la gente. Por ello tienen sentido y son en general hijas de buenos criterios. Las autoridades deben salir de la pasividad que parecería impedirles reglamentar con prudencia la venta de armas, con el objeto de tratar de impedir que los atentados masivos sigan siendo una lamentable característica de esa gran nación.

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