Estados Unidos ya no es el centro…

Robert Shaves Ford

El presidente norteamericano, Trump, acaba de completar una extensa gira por Asia en busca del apoyo necesario para transformar a la península de Corea en una zona libre de armas nucleares. No obstante, las posibilidades inmediatas de alcanzar ese objetivo parecen remotas. ¿Por qué? Ocurre que la influencia norteamericana en el mundo ya no es lo que fuera. Estados Unidos no está solo en el centro del escenario, sino acompañado por China y Rusia.

Los grandes objetivos de política exterior norteamericanos, más allá del caso de Corea del Norte, no están siendo acompañados por la comunidad internacional. El mejor ejemplo es quizás el de Siria donde, en tiempos del presidente Obama Estados Unidos definió que el régimen del Clan Assad debía dejar el poder si utilizaba armas químicas contra su pueblo. Lo hizo reiteradamente y, a pesar de ello continúa fortaleciéndose en función del intenso apoyo militar y diplomático que recibe de Irán y Rusia. A lo que cabe agregar que fue el propio Congreso de los Estados Unidos el que -en los hechos- negara al presidente Obama la posibilidad de actuar militarmente luego del horrible crimen cometido por las autoridades sirias.

Por muchos años Estados Unidos siguió el consejo del presidente Teodoro Roosevelt, esto es el de “hablar suavemente”, pero con un amenazante “palo grande” en la mano. Y lo hicieron funcionar. Hoy el presidente Trump habla con dureza, pero pocos creen en su capacidad real de poder presionar para imponer sus criterios.

A la evidente pérdida general de influencia en el escenario internacional, Estados Unidos agrega otra dura realidad: está empantanado en Irak y Afganistán. También, aunque en alguna menor medida, en la propia Siria.

La presencia de Donald Trump en el mundo de hoy está lejos de ser la que en su momento tuvieran presidentes como Eisenhower, Reagan o los dos Bush. Esta es la nueva realidad, más allá de la retórica.

Mientras tanto, Rusia ha asumido una política desafiante y hasta belicosa, instalada -ella también- en el centro del escenario internacional.

China -por su parte- anuncia que ya está compartiendo el liderazgo internacional con los Estados Unidos y agrega que, en tres décadas más, seguirá haciéndolo, aunque sola.

Corea del Norte probablemente será, pronto, una potencia nuclear más, con todo lo que esto significa para un país con un liderazgo megalómano y poco confiable.

En paralelo, Occidente tampoco es lo que era. Europa está dividida y debilitada, mirando más bien a su propio ombligo, enfrascada en conflictos estériles, como el provocado desde Cataluña. Quizás por esto Turquía ya no ambiciona acercarse íntimamente a la Vieja Europa, como si de pronto el altivo espíritu otomano estuviera de regreso, apuntando a su propia región. Frente a este panorama, Estados Unidos parece estar cada vez más alejados del complejo contexto que los rodea. Y éste no es ciertamente un cambio menor. Es una señal de que su influencia está debilitándose.

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