Repensando Auschwitz

Robert Shaves Ford

Auschwitz sucedió. A esta cruda verdad ha de enfrentarse el hombre civilizado aquejado del trauma reprimido de que sujetos humanos, ciudadanos europeo seres humanos de diversos Estados cometieron, participaron, se beneficiaron o permitieron un exterminio sistemático de población civil sin precedentes. Auschwitz no es solo alemán. Hay también “formas de Auschwitz”  en Colombia con las Farc, el ELN y los paramilitares todos y cada uno de ellos son   una amenaza, una pulsión contenida. Sendero Luminoso en el Perú es otro Auschwitz, las atrocidades si bien no fueron con cámaras de gas, si se realizaron con secuestros, extorsión y masacres de pueblos casi enteros. Los Montoneros en Argentina, expertos en todo tipo de crímenes y en el canje de cadáveres. 

Los Tupamaros uruguayos, que preferían asesinar a sus víctimas con armas blancas para evitar los rastros que dejan las armas de fuego. Colombia con los movimientos insurgentes diseñados en Cuba y respaldados con país santuario como Venezuela. Claro esa ideología generó erupciones geopolíticas e ideológicas que prendieron su fuego y aun acechan en muchos rincones de América Latina. Venezuela, Nicaragua y la misma Cuba son las modernas versiones de un Auschwitz renovado, infame e igualmente mortecino que han llenado de tristeza, melancolía y soledad donde hace años reino la alegría o por lo menos la convivencia y la paz entre vecinos, entre ciudadanos de a pie que nunca entendieron eso del marxismo leninismo. 

Las cicatrices que rasgan la historia de Europa llegan a America Latina, parecen a punto de reabrirse. Hay, por tanto, una segunda verdad, acaso más dura: Europa y América Latina no están vacunadas contra esa violencia ejercida en nombre de una ideología peregrina y muerta que el propio Lenin no auspiciaría. Una cosa es Marx y otra Stalin y Mao. La pulsión del exterminio suele acabar encontrando nuevas coartadas. Estos Auschwitz pone a todos frente al espejo.  Esa barbarie desprestigiada por el peso de la racionalidad y de la historia, confinada a los márgenes de la vergüenza política y motivo de rechazo generalizado como el racismo, el machismo, el canibalismo, la violencia sexual, el aborto o la creencia en la planicie terrestre.

Pero es inevitable ceder a la tentación de buscar consuelo en el repudio del mal. Sirve para resguardarse moralmente y sosegar la conciencia. No se necesita tiempo ni esfuerzo, basta dejarse caer por el tobogán de la pereza intelectual, como Santos, Maduro, Ortega y Castro. La emoción inmediata, la indignación estéril y la supuesta superioridad moral de ellos, contrasta con el buen vivir de la mayoría de ciudadanos libres. La memoria se impone a la historia. El sentimiento al análisis.

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