Irán: Ayatollah ricos, pueblo pobre...

Robert Shaves Ford

Durante seis días seguidos jóvenes iraníes marcharon a unísono en ochenta ciudades protestando encolerizados. A los gritos. Visiblemente cansados de la teocracia en la que viven al compás de las pautas sociales medioevales que les impone la oligarquía clerical que los conduce tanto ideológica, como económicamente. A punto tal, que se la califica de “cleptoteocracia”.

Concretamente disgustados con la inflación que destruye sistemáticamente sus ahorros, a un ritmo del 12% anual y con la tasa de desempleo del 25% para todos y de casi el 40% para los más jóvenes. Un país sumamente rico en yacimientos y reservas de hidrocarburos, pero agobiado en la lucha de su gente por subsistir. Y preocupado porque no crece y luce sin futuro para muchos. Irán es, recordemos, un país muy joven. El 50% de su actual población tiene menos de 30 años.

Esa es, precisamente, la gran sorpresa. Los reproches abarcaron a todo el país, pero muy especialmente explotaron en el interior conservador de Irán, que hasta ahora había sido el principal respaldo de los clérigos y el centro de fácil reclutamiento de los contingentes de las principales fuerzas de seguridad.

Los insultos y las quejas de la gente apuntaron tanto al presidente reformista, Hassan Rouhani, como al hasta ahora intocable “Líder Supremo” religioso shiita, el Ayatollah Ali Khamenei. El hartazgo -y la bronca consiguiente- los incluyen ahora a ambos. Por esto los ataques a edificios públicos, bancos, instalaciones militares y hasta al seminario religioso de Takestán.

Los disturbios se concentraron fundamentalmente en torno a la bonita ciudad de Isfahan, la cuna mundial del polo, emplazada a unos trescientos kilómetros al sur de Teherán. E incluyeron, específicamente, el rechazo del gasto continuo en las operaciones militares iraníes en Siria, Líbano, Gaza y Yemen donde los clérigos gastan 125 millones de dólares por día.

Sobre Irán flota ahora un silencio espeso. Notorio. Una suerte de presagio de nuevas convulsiones por venir. A Irán le espera o una Revolución o una guerra desde Arabia Saudita

Irán, recordemos, es uno de los países del mundo en el que más personas mueren anualmente ejecutadas. Con frecuencia, en la horca, públicamente.

Los iraníes saben que, extrañamente, la oligarquía clerical los ha dotado de centrífugas, uranio enriquecido y misiles de mediano alcance. Y que ella apoya a Hezbollah, Bashar al-Assad, a los Houthis de Yemen. Saben también de las “bonyad”, esto es los conglomerados de empresas que han enriquecido inmensamente a los clérigos. Pero nada de esto los motiva. Su urgencia es vivir mejor. Ya mismo.

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