El Papa apuesta por china

Robert Shaves Ford

La elección del Papa Francisco, “venido del fin del mundo” provocó un terremoto. De Cuba, pasando por Oriente Próximo -impulsando una histórica reunión con Simón Peres para rezar por la paz-, Francisco se enfrenta a un nuevo desafío: restaurar las relaciones diplomáticas con China.

El sueño del Papa Francisco es ver una Iglesia católica unida en China ahora más cerca que nunca. Lo confirmó el vicepresidente del Consejo de Obispos de China, Fang Jianping: “Las negociaciones entre China y el Vaticano sobre el nombramiento de obispos están progresando”. El secretario de Estado vaticano, Pietro Parolin, aseguró que el Pontífice sigue “personalmente” las negociaciones con las autoridades de Pekín. “En China no existen dos Iglesias, sino dos comunidades de fieles, llamadas a cumplir un camino progresivo de reconciliación hacia la unidad”.

En 1951, Mao Zedong rompió relaciones con la Santa Sede. Desde entonces los más de 12 millones de católicos están divididos entre la Asociación Patriótica Católica, controlada por el Gobierno, y quienes reconocen la autoridad del Papa, la llamada Iglesia clandestina, que no está autorizada formalmente.

El desencuentro podría acabar si se confirma el acuerdo entre las autoridades de ambos países que permitiría a Roma intervenir en el nombramiento de sus representantes a la vez que garantizaría ciertas concesiones al Gobierno chino: el Vaticano propondría a los obispos de la Iglesia pero la decisión final seguiría en manos del Gobierno asiático. El acuerdo contemplaría el reconocimiento por parte del Papa de siete obispos designados por Pekín a cambio de permitir a Roma expandir la presencia católica en el país. En la actualidad todos los obispos reconocidos por el Gobierno de Pekín deben ser miembros de la asociación patriótica y aquellos nombrados directamente por el Vaticano que no son reconocidos por el Gobierno chino, son perseguidos.

Para Francesco Sisci, profesor en la Universidad del Pueblo de China y experto en las relaciones entre el Vaticano y Asia, se trata de un acuerdo que “marcará una época” porque por primera vez en la historia “China admite el papel de una entidad extranjera en el nombramiento de un poder religioso dentro de su territorio”. Pekín se ha dado cuenta del poder de la Iglesia católica en el mundo gracias a la figura de Francisco, sostiene Sisci. “Si China quiere convertirse en una potencia no puede ignorar a otra gran potencia”.

Recientemente el obispo emérito de Hong Kong, el cardenal Joseph Zen sostuvo que el Papa estaba vendiendo la iglesia a China. El segundo gran problema es Taiwán, China insiste que el Vaticano rompa relaciones diplomáticas con la isla.

El padre jesuita Antonio Spadaro, director de la revista 'Civiltà Cattolica', recuerda que el objetivo no es político sino pastoral. Asegura que Francisco es un Papa que "asume la responsabilidad de tomar posiciones valientes, a veces incluso arriesgadas, bajo un perfil exquisitamente diplomático". Francisco aplica la "misericordia a la diplomacia. Su principio es no considerar nada definitivamente 'perdido' en las relaciones entre los pueblos".

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