El defensor super O

Sinforoso

El sonadísimo caso del Defensor del Pueblo, supuestamente acosando a la exreina exsecretaria, la señorita Cristancho, me recuerda que pertenecemos a una extraña especie, que no derroca presidentes por mantener su país en una guerra interminable contra países productores de petróleo, pero sí lo tumba una fellatio con su asistente.

Miss Lewinsky fue capaz de guardar la fértil semilla presidencial en su vestido para las correspondientes pruebas de ADN, de la misma forma que algunas meticulosas damiselas guardan celosamente los chats eróticos que tienen con sus jefes. ¿Eso sí no resulta pavoroso?

Cuando vi las fotos del Defensor del Pueblo y su asistente, quise felicitarlo: Ese señor es feo, como lengua mortal decir no pudo. Tiene más presencia un martillo de bola; y si es real que sostuvo un romance con semejante bizcocho, merece que le otorguen un Oscar, un Emmy, o lo declaren hijo benemérito de Chocontá.

Así como la Lewinsky publicó su biografía autorizada, el señor Otálora debería publicar un libro con recomendaciones y técnicas de seducción. Podría llamarse: ‘Cómo ser feo y no morir en el intento’, o ‘Soy como el oso feo y sabroso’, o ‘Desafiando a Darwin: cómo evadir la Selección Natural’. Muchos compraríamos esa joya literaria.

Fernando Gaitán debería adquirir los derechos de esta historia, para hacer una segunda versión de ‘Betty la fea’, pero con “perspectiva de género”, pero masculino, a ver si por fin el terminacho incluye a los hombres.

Super Otálora podría vender sus hazañas a la revista Soho o donarlas a Artesanías de Colombia para promocionar nuestras autóctonas hamacas. Yo prefiero comprar una hamaca con publicidad que sugiera la posibilidad de retozar con una reina, en lugar de comprar ese adminículo promocionado con la foto de un indígena Kogui, que afirma insistentemente que somos sus “hermanitos menores”.

He leído a columnistas indignados con el osado Defensor. Ahora resulta que vivimos en un país donde nadie ha tenido sexo por teléfono; o vía web, lo que constituye una limitada visión de las aplicaciones prácticas de las TIC. Hay que renovarle el contrato a Carlitos Pardo Viña, para liderar con mayor liberalidad nuestra revolución digital.

Uno entiende que los sujetos mayores de 60 años tengan visiones limitadas sobre las mediaciones tecnológicas. Los que no son nativos digitales vivieron una época donde resultaba muy incómodo ir a Telecom a dictar un telegrama: “Ahora usa tu dedo corazón. Punto. Espero respuesta en la hamaca. Punto”.

Desde un terreno puramente científico, la biblia de los psicólogos clínicos, el DSM-5 aduce que sólo se tipifica una conducta como depravada, cuando el “objeto de placer es condición sine qua non del orgasmo”; es decir, cuando el sujeto en cuestión alcanza el clímax, única y exclusivamente, con su objeto de perversión.

Esto quiere decir que si usted obtiene placer con su esposa (que ya de por sí es enfermizo), y con su amante, o usando disfraces de marinerito, y de bombero, o lamiendo un par de tacones, acariciando un osito de felpa, tocando los glúteos a una mula, usando tangas brasileras de leopardo, mirando fotografías, ojeando el canal Venus mientras sube el cierre de su traje de látex, y por teléfono, y por carta, por Facebook, o jugando pirinola, entre otras pequeñas diversidades, despreocúpese; técnicamente el anormal no es usted.

Comentarios