Los aires de esperanza

Terminó el mes de enero y los medios de comunicación han llenado sus espacios noticiosos con las actividades de los políticos de turno.

Animados por esas nuevas jefaturas de prensa, que realmente están dedicadas a la publicidad y no al periodismo; ese antiguo oficio, que al entender de G.K. Chesterton, “consiste esencialmente en decir ‘Lord Jones ha muerto’ a gente que no sabía que Lord Jones estaba vivo”.

Por lo general, el nuevo año nos llena de fe y esperanza en que somos una cosa distinta a esta tracamandada de cafres, irremediablemente condenados, cosa en la que ciencia y religión están totalmente de acuerdo. Los políticos existen para recordarnos que somos este desecho universal que sobrevive sin merecerlo.

Han disminuido las noticias de robos, corrupción, suciedades, contratos torcidos, pero ello sólo se debe a que el año comienza y todavía no hay un botín para arrasar. La honra y el buen nombre no son importantes en la política. Recordemos que en esencia, es una actividad en la que prima la rapiña.

Los periódicos nos quieren convencer de que el saqueo del presupuesto y la corrupción son toda una noticia, cuando la verdadera novedad sería que no existiera corrupción. Por lo pronto; Sinforoso recomienda no esperar mucho de ningún político, para así decepcionarnos menos. Después del cuatrienio de Luis H., el ánimo general ha quedado en cuidados intensivos.

Se abona que los gobernantes actuales, tanto del Departamento como de la Alcaldía, son sujetos con una capacidad de trabajo impresionante, y la lucha por ocupar los primeros lugares de sintonía, seguramente terminará por beneficiarnos a todos. No será difícil superar los nulos logros de Luis H., pero su memoria nos recuerda que por lo general, los gobiernos no se sostienen por la enorme inteligencia y las excelsas capacidades de los gobernantes, sino por la infinita estupidez de los gobernados, entre los cuales, Tolima ocupa un vergonzoso privilegiado lugar, lo que explica, a la larga, por qué a este departamento le va como le va. 

Escuché a un amigo optimista afirmar que los votos para gobernador y alcalde habían incrementado, y que eso demuestraba una conciencia política en aumento. En lo personal no creo nada de eso. Las elecciones para presidente, para alcaldes y gobernadores, simplemente son más populares que las de Senado, Asamblea o Concejo, por lo que llamo el “Síndrome del Alivio Fatal”. Uno ve esas listas para alcaldía, o para Presidencia, y suspira aliviado diciendo: “por lo menos sólo tenemos que elegir a uno”. El otro escenario resulta pavoroso. Tener que elegir 102 senadores, o 19 concejales, es un panorama desalentador.

Uno mira esas listas para Asamblea o para Concejo y llorando increpa al cielo: “¿Señor, en serio tenemos que escoger 19? ¿No podemos conformarnos con cinco? ¿Unito como en la alcaldía?”. Nos parecemos a Abraham, negociando con Dios la salvación de Sodoma y Gomorra.

Desde esta columna, los mejores deseos para los nuevos gobernantes, recordándoles lo difícil que es ejercer una dignidad pública, sin perder el respeto por sí mismo.

Credito
SINFOROSO

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