La crisis cafetera

Colombia fue un gran productor y exportador de café tanto en cantidad como en calidad. El negocio se dañó y hoy tenemos un gran conflicto social en el ramo. ¿Qué pasó y por qué?

Hasta 1989 los precios del café estuvieron protegidos por el Pacto Internacional del Café. Su producción estuvo organizada y apoyada por una vigorosa Federación que irradió progreso por muchos campos de Colombia. Hoy todo se acabó. Los precios están sujetos a un mercado mundial anarquizado y la Federación se anquilosó, empobreció y burocratizó.

¿Qué pasó? ¿Por qué otros países han podido subsistir o mejorar su negocio? (Vietnam, Indonesia, Filipinas, Costa Rica, Ecuador).


Porque hemos olvidado el campo y la industria, lo esencialmente productivo, para dedicarnos a negocios que generan ganancias más fáciles e inmediatas pero que no contribuyen a crear empleo y plusvalía. Dejamos de ser productores para convertirnos en negociantes y explotadores de materias primas. Nos estamos convirtiendo en una Venezuela pobre.

Tal fenómeno está acabando con el empleo productivo y aún con nuestro medio natural. La globalización nos arrastró al mercado mundial en una situación de desequilibrio y desigualdad competitiva. La revaluación de la moneda producto de esa fiebre minera y comercial está acabando con las exportaciones de productos que nos enriquecen y no empobrecen, estimulando las importaciones de aquello que produce empleo y por lo tanto bienestar. Nuestra economía está carcomida por el cáncer de la ganancia fácil que ya está manifestando sus consecuencias.

¿Qué hacer? No podemos de dejar explotar nuestras abundantes materias primas ni cerrarnos al comercio internacional. Pero sí podemos ponerles límites y regulaciones, y proteger nuestra agricultura, ganadería e industria como lo han hecho exitosamente los ecuatorianos.


Pongámosle coto y no favorezcamos y menos subsidiemos, como lo estamos haciendo, a las empresas transnacionales y a la inversión extranjera que saquee nuestros recursos y que no fomente o peor, acabe con el empleo y la producción nacional. Al mismo tiempo fomentemos nuestra productividad y desanimemos la especulación y los “negocios” improductivos. Modernicemos nuestras tecnologías y racionalicemos la actividad administrativa para que podamos general real bienestar para nuestro pueblo y ser competitivos.


Los recursos que produce la minería deben volcarse a fomentar la actividad productiva, no por medio de nocivos subsidios sino creando un marco económico que fomente y haga rentable aquello que sea productivo y fomente el empleo digno. Hay que apoyar nuestro trabajo y el de aquellos que se industrian en promoverlo, pero siempre que se trate de tareas productivas.



Credito
Reinaldo Suarez Díaz

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