¡Calma, apreciado Procurador!

Como ciudadano, educador y católico de corazón, he seguido con interés la labor de mi discípulo Alejandro Ordóñez. Además de varias discrepancias con sus posiciones, me preocupa el poco dominio de su genio y de su lengua. Todo ello no le conviene a él, ni al país y mucho menos a las creencias que profesa.

Estoy de acuerdo con que muchos periodistas lo tienen sometido a un molesto e injusto “matoneo mediático”. Un relevante grupo de ellos, algunos de los cuales tienen la desvergüenza de llamarse “liberales”, son unos verdaderos caníbales contra quienes se atreven a tomar posiciones discrepantes. Pero a un funcionario del rango de Procurador le queda muy mal salirse de casillas y tildarlos de drogadictos. Menos a un cristiano, que debe ser ejemplo de paciencia y amabilidad.  

Además de discrepar de ellas como ciudadano, no entiendo cómo una persona que afirma orgullosamente sus creencias cristianas pueda defender las peleas de gallos y las corridas de toros, las pensiones injustamente escandalosas de sus colegas, sus licencias remuneradas con “justa” causa y otros “ejemplares” abusos. 

Las corridas de toros y las peleas de gallos no son un legado “cultural”, sino un rescoldo de nuestro ancestral salvajismo. 

Las mesadas injustas de nuestros padres de la patria, en buena hora mitigadas por la Corte Constitucional, son un insulto a los ciudadanos honestos y trabajadores. No son “derechos adquiridos” sino latrocinios legalizados por los sus mismos usufructuarios. No entiendo además como un discípulo de Jesús pueda defender tan repugnantes abusos. 

El Procurador como ciudadano tiene el derecho de opinar sobre la legalización de las parejas homosexuales, el aborto, etc., pero como funcionario público y guardián de la ley, no puede ni debe oponerse a las decisiones de la Corte Constitucional, como amonestar a los Notarios que legalicen tales uniones o invitar a que recurran a la objeción de conciencia. 

¿Y su posición ambigua respecto al holocausto nazi? Rezagos de antisemitismo medioeval. 

¡Afortunadamente la inmensa mayoría de los católicos no es tan retrógrada!

Credito
REINALDO SUÁREZ DÍAZ

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