¡Tapen! ¡tapen!

¿Es posible, es prudente, conviene ser auténticos, decir y vivir de acuerdo con aquello que pensamos? Lamentablemente, no. Tenemos muchas veces, sea por prudencia, sea por no hacer daño, que vivir en el disimulo y la doblez.

Porque lamentablemente las relaciones sociales están plagadas, por no afirmar que se rigen por la falsedad y la hipocresía. Y nos toca comportarnos a menudo de acuerdo con el mundo que es y no con aquel que deseáramos que fuera... a no ser que tengamos la vocación de anarquistas o el valor de auténticos revolucionarios. Como la verdad y la autenticidad son las parteras de la libertad, vivimos esclavizados a unas relaciones sociales plagadas de falsedad, atados a las cadenas del reino de la mentira que nosotros mismos nos hemos creado. 

En administración, analizando las relaciones humanas, se nos enseñaba sobre las diversas caras del hombre en su relación con los demás y aún consigo mismo y que debíamos saber manejar, una de las cuales Yohari apellidaba la “zona tapada”. Esta zona influye aún en nuestra relación interior. Vivimos tratando de negarnos a nosotros mismos lo que realmente somos, a no aceptarnos como somos, con nuestros defectos y debilidades poniendo trabas al autoconocimiento auténtico que es la base de nuestro manejo personal. En las organizaciones abundan por debajo de aquello que aparece, las “agendas ocultas” o corrientes subterráneas de opinión, de intrigas y de intenciones desconocidas. Y como les sucedió a algunos pasajeros del Titanic, bailamos mientras el barco se dirige a un escondido iceberg. 

Descubrir aquello que otros piensan o sienten mientras hablan, callan o conviven con nosotros, se ha convertido en un arte que es necesario e importante aprender. La palabra ha perdido su antiguo valor dando a luz la sospecha, vivimos a la defensiva. Es triste reconocerlo. Querríamos vivir en otras circunstancias, navegar por aguas cristalinas, pero la realidad sepulta al ideal, el es a lo que debiera ser, la doblez a la autenticidad. Pero si bien el fenómeno no es totalmente nuevo, se ha agudizado en nuestra aldea global y bajo el imperio de los medios de comunicación, como buscaré ilustrarlo en otro escrito.

Credito
REINALDO SUÁREZ DÍAZ

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