La regresiva tendencia de la escuela-marketing. Dos víctimas.

Se llama “revolución educativa” a la orientación de currículos escolares hacia el mercado, al papel asignado a Colombia en la división global del trabajo, como productor de recursos naturales, industrias livianas, agronegocios tropicales y servicios técnicos, a refrendar la vocación de mano de obra barata.

La propuesta del Ministerio de Educación en cuanto a “calidad” se funda ahí. Liga la educación casi al sólo “desarrollo económico”; la centra en “competencias laborales”; en estándares de “competitividad” y en evaluación con pruebas funcionales a dicho propósito (Saber y Ecaes). El resultado es un ranking de colegios  y universidades para revistas de negocios, el podio de escuelas-marketing. El modelo está en boga y los padres de familia se desvelan por “dejarles a sus hijos una educación contra el desempleo”.

Voces autorizadas se pronuncian contra esta educación “pertinente” para semicolonias. “Debe asegurarse la formación humana y no técnica del joven, aunque ello se logre a través del aprendizaje técnico”; “abandonar el estímulo a la competencia entre alumnos porque fortalece la negación de sí mismo y el desprecio por los demás”; “la cualificación se ve sometida al mercado”; “el maestro termina como instructor para pruebas estandarizadas”; “no tiene nada de revolución. Es un plan de cobertura sin inversión adicional” (Maturana, H; Vasco, C.E; Mejía, M.R, entre otros).


La escuela-marketing deja víctimas. Dos colegios emblemáticos, ejemplos de otro tipo de educación peligran por el turbión. El Mayor de San Bartolomé, institución de calidad con subsidio oficial, fundada en 1604 y manejada por los jesuitas, está cercado por el cambio arbitrario del contrato por parte del Ministerio de Educación. Argumentando “la gratuidad”, redujo recursos y dejó descubiertos costos para asignaturas fundamentales, impidiendo la “formación integral” aplicada por esta comunidad. Consiste en  desarrollar armónicamente al ser humano en los campos ético, espiritual, cognitivo, afectivo, comunicativo, estético, corporal y socio-político, para “su realización plena en la sociedad”, algo que trasciende las meras competencias laborales del Ministerio.             


Otro es el Gimnasio Moderno. Algunos miembros directivos, que piensan apenas en preparar ejecutivos globalizados y en onda con la escuela-marketing, no resistieron el puesto 276 en el ranking Saber 11 del Icfes y que el “bilingüismo” se tratara según la máxima del fundador, Agustín Nieto, “modernizar sin extranjerizar”. Cobraron la cabeza del apreciado rector, Juan Carlos Bayona, intérprete del legado de Don Agustín, de “desarrollar plenamente al individuo, no como una unidad aislada que ha de brillar por su superioridad, sino como miembro de una comunidad a la que ha de enaltecer”.


En ambos casos reaccionó la comunidad educativa, en justa resistencia a la escuela-marketing, aquella que inspira terribles sentencias como la de un ex rector universitario: “Quizás estamos enseñando demasiado”.  

Credito
AURELIO SUÁREZ MONTOYA

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