Nuevas realidades cafeteras

El Paro Cafetero marcó un hito en la caficultura nacional. Aunque todavía no se han ocasionado todas sus repercusiones, los principales efectos sí se han empezado a ver.

 Impactos en la definición del ingreso del caficultor, en la institucionalidad del café y en la organización independiente de los cafeteros como gremio unificado que, a pesar de las intenciones oficiales, actuó al unísono, desde empresarios hasta microfundistas.  

No es la primera movilización. Desde comienzos de los noventas del siglo pasado, se han hecho innumerables marchas, mítines, encuentros y foros que han respondido a las coyunturas de una crisis, que se inició hace más de 20 años, y sigue sin solución. Dos paros precedieron a este: el de 1995, que alcanzó la condonación de deudas de 120 mil caficultores; y el de 2001, con otras ramas agropecuarias, que conquistó una ayuda gubernamental al ingreso cafetero, AGC.


En esta oportunidad, el asunto era más complejo porque enfrentaba, además de problemáticas propias, como la caída de la producción y el bajonazo del precio internacional, la revaluación del peso frente al dólar, causada por la política económica de Santos, la que tiene al capital extranjero como variable principal y lo atrae con las llamadas “locomotoras”, en particular minas e hidrocarburos, y con todo tipo de operaciones especulativas  para los capitales financieros que  encuentran aquí nido donde albergar y pelechar.


Los caficultores -en resistencia civil- rompieron, mediante el sistema de franjas, con un subsidio entre un precio piso y un techo, el inicuo método de remunerarlos por la simple multiplicación de la cotización internacional por el valor del dólar. Logro que, si bien no llega al objetivo máximo como precio de sustentación, estaba pendiente desde 1992. Y han quedado fortalecidos para enfrentar las mesas de diálogo sobre crédito, importaciones, costos de los insumos, que interesan a todo el sector agropecuario, y el conflicto con títulos mineros en territorios de café.


Los primeros platos rotos corrieron por cuenta de la dirigencia de la Federación de Cafeteros, en medio de renuncias e increpaciones mutuas por haber perdido el control político de la base, algo que el gobierno no le excusa. No obstante, las tareas incumplidas de la burocracia no pueden servir para que, en medio del drama, se materialice la vieja aspiración de las multinacionales de derrumbar las instituciones, que son muro de contención para que aquellas puedan obrar por la libre en el mercado. Existe el peligro de que la célebre Constituyente, anunciada con bombos y platillos y que cuenta con algunos portavoces de oficio, se vuelva su patíbulo. Generan la mayor desconfianza, en particular, algunos reconocidos neoliberales criollos y extraños, a quienes se les ha dado el encargo de preparar materiales para ese escenario.    

      
          

Credito
AURELIO SUÁREZ MONTOYA

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