¿Se renunció a eliminar la desigualdad?

Se ha presentado como gran logro social del gobierno de Santos la reducción relativa de las cifras de pobreza, desigualdad e indigencia. Se pasó entre 2011 y 2012, aplicando la nueva metodología vigente desde 2009, de 34,1 por ciento de población en condiciones de pobreza a 32,7 por ciento.

Se ha presentado como gran logro social del gobierno de Santos la reducción relativa de las cifras de pobreza, desigualdad e indigencia. Se pasó entre 2011 y 2012, aplicando la nueva metodología vigente desde 2009, de 34,1 por ciento de población en condiciones de pobreza a 32,7 por ciento. El grupo en extrema pobreza se redujo del 10,6 al 10,4 por ciento y la desigualdad, acorde con el coeficiente de GINI, de 0,548 a 0,539.

Debe anotarse que el ritmo de disminución de estos indicadores se ha desacelerado cuando se comparan los últimos cuatro años. En efecto, entre 2009 y 2011, el porcentaje de reducción interanual fue de 3,1 por ciento, y ahora sólo fue del 2,1 por ciento, un punto menos. Peor para la indigencia, que, para 2012, cayó tan solo 0,2 por ciento con respecto a 2011. Con relación a la desigualdad ocurrió algo similar, pues apenas bajó en nueve milésimas. El balance es tan gris que crecieron incluso en las zonas rurales, agravando el panorama social.

No basta con describir los hechos. El resultado no puede ser diferente si se mira que cada vez en el país son mayores los niveles de concentración de la propiedad de los medios de ganancia. Y a su vez, estos crecen porque la política económica, el neoliberalismo, así lo determina. Peor aún, las políticas de libre comercio, libre flujo de capitales y privatizaciones han evolucionado hasta colocar la inversión extranjera en el control de los factores básicos y sectores claves de la economía. Se ha venido consolidando una desnacionalización favorable al capital internacional, que llegará a su fase superior con los TLC y demás acuerdos que le brindarán protección especial y que se suscriben y negocian a troche y moche.

No son pocos los analistas que vienen advirtiendo los montos exorbitantes que remiten desde Colombia a sus casas matrices las filiales de las compañías multinacionales y, simultáneamente, cómo la dependencia del ahorro externo se va volviendo una necesidad imperante, casi una adicción, sin cuyo concurso la economía explota. El país enfrenta un laberinto sin salida.

Bajo tales lineamientos, la reducción de los indicadores sociales se centra en buscar nuevas metodologías. Ahora se propaga el IPM, Índice de Pobreza Multidimensional, una iniciativa de la Universidad de Oxford que con otras variables da números menos negativos.

El país no se puede engañar. Hay una estrecha correlación entre la política económica y el balance social. No pueden analizarse de modo aislado, lo segundo se deriva de la primera. Aunque, a escala global, la producción se ha elevado a niveles inimaginables, no se ha podido resolver su distribución adecuada y por ahora el consuelo parecen ser los trucos de ilusionismo para resolverla. En resumen, se renunció a dicha tarea.

Credito
AURELIO SUÁREZ MONTOYA

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