Ibagué y el servicio al cliente

Una joven entra a un almacén de una reconocida marca de ropa, le señala a la señorita que atiende un vestido para probarse, esta la mira de arriba abajo y le pregunta: ¿Usted si tiene plata para pagarlo?

En un nuevo centro comercial, un hombre entra a un almacén y le pregunta a las señoras que atienden sobre una camisa que está en la parte de arriba de la estantería, diciendo que quiere verla, enseguida le responde una de las señoras: si la va a comprar se la bajamos.

Al tomar un taxi del centro a la Universidad del Tolima, le advertí a tiempo al taxista que tenía un billete de 50 mil pesos, enseguida estalló en ira diciéndome: “qué miserable tomar una carrera mínima con un billete de esa cifra”, estábamos precisamente al frente de una estación de gasolina donde yo tuve que ir a cambiarlo.

El señor deseaba haberme dejado tirada allí mismo, y si hubiera estado en mis manos, me habría bajado de inmediato, pero era una zona peligrosa, así que tuve que aguantarme su mal genio hasta llegar a mi destino.

Todos nos excusamos en la famosa guerra del centavo para justificar el maltrato de parte de los conductores de bus a sus pasajeros, quienes cuando no se demoran eternidades en una cuadra, van a una velocidad exorbitante, poniendo en peligro su vida y la de las personas que transporta.

En Ibagué se va el agua por todo, porque llovió o porque hizo sol, llamar al Ibal a la línea 116 es un vía crucis. Sólo una vez realicé la hazaña y tuve que hablar con varias señoras que no tenían idea sobre los horarios de restablecimiento del servicio ni donde estaba el personal operativo y ni siquiera reconocían las direcciones. Después de eso decidí resignarme a esperar a que llegue el agua cuando la bipolaridad del servicio de la empresa lo permita.

Muchas veces me he preguntado por qué los ibaguereños somos así, tenemos un pésimo servicio al cliente, nos tratamos mal, no todos obviamente, pero sí hay en el aire una generalidad sobre nuestro mal servicio y falta de cultura ciudadana, además sobre la envidia imperante, que va desde nuestros mandatarios hasta el vecino del barrio. Serían muchas o pocas las hipótesis, pero no podríamos quedarnos allí.

Lo realmente importante es hacer consciencia sobre dónde estamos parados y con quiénes y empezar a vislumbrar qué podemos construir de manera conjunta: una ciudad amable, o una ciudad insufrible que expulsa a la gente, una ciudad que funciona porque los ciudadanos le exigimos a nuestros gobernantes o una ciudad que se hunde en sus huecos porque nos dormimos sobre los laureles.

Ibagué es el centro de Colombia, por acá pasa todo, somos un punto estratégico de este país, somos su corazón y nos hemos quedado con la filosofía de una “ciudad de paso”, mientras que otras gentes están viendo el gran potencial y han venido a refundar nuestros lugares.

Es hora de que reflexionemos sobre cómo nos estamos tratando entre ciudadanos y sobre las oportunidades que otros ven y han estado por años frente a nuestros ojos. Les invito a dejar de un lado la rivalidad, el odio y la envidia, les invito a tomar lo mejor que tenemos y juntos construir una mejor Ibagué.

Credito
CAROLINA TRIANA

Comentarios