La escritura manual por siempre

libardo Vargas Celemin

No me considero tan anacrónico, ni muchos menos apocalíptico según Umberto Eco, frente a los desarrollos de la tecnología, porque siempre, a pesar de la reticencias, me he ido adaptando a los cambios. Por ejemplo el uso de celular me fue traumático, no sólo por la adaptación de mis torpes dedos al teclado, sino por la intromisión en mi intimidad, pues por más que uno se esconda, el sonido lo descubre y uno se siente moralmente expuesto.

La anterior consideración la hago por la noticia que llega de Finlandia, uno de los países más avanzados en asuntos educativos, y que ha decidido suspender desde 2016, la escritura manual e intensificar la mecanográfica para que los jóvenes adquieran la velocidad necesaria y puedan operar velozmente los dispositivos tecnológicos. Lo anterior significa que todo el proceso de aprendizaje estaría soportado por los artefactos, con todas sus implicaciones, pues si bien se ha logrado gran movilidad con estos nuevos cuadernos del siglo XXI, hay cosas que no se han podido solucionar.

Esta respetable determinación que antepone a cualquier otra consideración, la competitividad y el consumismo desbordado, no la voy a cuestionar desde las razones meramente economicistas. Tampoco voy a sustentar el valor que tiene para el desarrollo intelectual y neuropsicológico la práctica de la escritura manual, pues son innumerables los estudios que avalan su importancia. Simplemente hablaré desde la condición humana.

Defender la escritura manual no es un acto de nostalgia, ni una práctica de románticos trasnochados; por el contrario, es el rescate del placer hedonista de deslizar un bolígrafo (implemento desueto para los defensores de la súper tecnología), sobre la superficie blanca, con la morosidad de quien teje y desteje las frases y las palabras. La escritura manual es la posibilidad de mantener vigente la capacidad de equivocarse y corregir, trazando una o dos rayas sobre lo escrito, sin perder las huellas de los errores, pues es posible que en una reescritura se puedan rescatar frases o conceptos.

Escribir de por sí es complejo. A la correlación del pensamiento entre lo que se pretende decir y lo que se dice, hay que agregarle el trabajo estético y ese es uno de los papeles que juega la escritura manual. No se trata de convertirla en un proceso competitivo, sino más bien en una posibilidad de expresión cercana a la artística. Recordemos que hay sociedades como las orientales que hacen de la escritura un espacio de reflexión y de arte.

Defiendo la escritura manual, sin descalificar la mecanográfica, ambas son complementarias y apuntan a desarrollar habilidades diferentes, son recursos para manejar el lenguaje y su trabajo es de enriquecerlo y no pauperizarlo, como ocurre ahora en nombre de la tecnología.

lcelemin@ut.edu.co

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