El legado de “chucho” Bejarano

libardo Vargas Celemin

El optimismo moderado con que recibí la noticia del inicio de las negociaciones entre el gobierno y la Farc, no se ha incrementado, pero en las últimas semanas se ha saturado el ambiente político de una brisa que viene de La Habana y que se complementa con las declaraciones del presidente de realizar una tregua bilateral, como el preámbulo a la firma del cese al fuego definitivo.

No creo que las cosas se den tan fácil en asuntos como este antiguo conflicto y lleno de intereses de distintos órdenes, pero esta preocupación, que es igual a los de muchos colombianos que aspiran a que algún día puedan respirar un aire desprovisto del olor a pólvora al que están condenados sus pulmones, desde sus primeros meses de vida, me hace reflexionar sobre las posibles alternativas que debiéramos explorar desde nuestra condición de sociedad civil.

Fue este término el que me abrió una puerta para encontrarme con un autor tolimense, economista, con estudios de posgrado en Estados Unidos y Holanda, profesor de la Universidad Nacional y protagonista de múltiples debates sobre las causas de la violencia política, el desarrollo económico del país y tantos otros temas que lo convirtieron en una figura nacional, hasta que la barbarie silenció su voz en un claustro universitario, privando al país de un personaje de pensamiento claro respecto a esa guerra insensata que se libra desde mediados del siglo pasado.

Jesús Antonio Bejarano Ávila, más conocido como “Chucho” Bejarano logró sobreponerse a las carencias del medio y perfilarse como un economista que le entregó al país una serie de reflexiones, vigentes todavía y que son verdaderos insumos para adelantar la lectura del momento histórico que estamos viviendo, sobre todo en unas negociaciones que han sembrado gran expectativa entre expertos y legos, pero deseosos ambos de alcanzar mecanismos que logren acercamientos reales y propuestas de reconciliación.

Una de las tesis centrales de Bejarano es la necesidad de “Ensanchar el centro y el papel de la sociedad civil en el proceso de paz”, mecanismo que solo se logrará si la sociedad civil asume su papel protagónico y deja de ser una promotora de la cultura de la paz en todas las esferas de la vida social y asume la construcción de un ambiente social de tolerancia, de respeto al distinto, “al otro”.

Se hace necesario retornar las fuentes de estudiosos como “Chucho” Bejarano, para que sus reflexiones nos iluminen y nos permitan contribuir a las discusiones del proceso de paz, ya sea desde la cátedra, el escenario político o desde el foro abierto para precisar conceptos, estudiar rutas y lograr la participación de esa inmensa mayoría que se mantiene silenciosa.

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