Confesiones de un hincha escéptico

libardo Vargas Celemin

Apreciado lector, es posible que al iniciar la lectura del presente texto, la amargura de la pérdida del “Tolimita del alma” en la noche anterior, lo tenga de mal genio. Pero también puede suceder lo contrario, es decir, que esté lleno de euforia por el contundente triunfo que lo ubica noventa minutos más cerca de la final.

Cualquier cosa puede suceder, pues el fútbol, como se ha dicho siempre, no tiene lógica, y si la tiene es un tanto enrevesada que pocos la pueden explicar.

Para ser sincero debo confesar que no soy fanático, aunque a veces me dan arranques extraños y grite como un condenado cuando el locutor compulsivamente repite que ha sido gol de Marcos Pérez.

Soy un hincha moderado, tan moderado que por ejemplo este año no he ido una sola vez al estadio a ver jugar a mi equipo, y solo ahora que ha llegado a la semifinal me ha dado por escuchar fragmentariamente la narración y los comentarios.

Pero debo confesar que soy tan nervioso, que cuando el elenco contrario está a punto de anotar, le bajo el volumen al transistor o lo apago y trato de relajarme a la espera del murmullo colectivo de los vecinos que sí tienen señal televisiva.

Pero también lo prendo cuando suena la alarma del barrio y se que me voy a encontrar con el eco pronunciando, las sílabas gloriosas: ¡To li ma !

Este año no guardaba realmente esperanzas. La llegada de nuevos jugadores cuyos nombres no domino todavía y la pobre campaña que venía adelantando hasta la mitad del campeonato, me hicieron perder cualquier esperanza, por eso me dedique a seguirle la pista a Jaguares FC o a Uniautónoma, equipos con los cuales no me liga ningún sentimiento. De todas maneras el fútbol está lleno de sorpresas y los últimos resultados me han despertado cierto sospechoso optimismo; sin embargo, es mejor no hacerse demasiadas ilusiones y esperar que sucedan las cosas. Si le gana al DIM, volveré a sacar la camiseta, la misma que en el pasado siempre que la vestía, el vinotinto y oro fracasaba y tenía que quitármela furtivamente para evitar malos comentarios. Si pierde me daré moral evocando la indiferencia con que he asumido el torneo de este año y lanzaré algunos improperios contra dos o tres jugadores y el cuerpo técnico.

Mi amigo Jorge Ladino, que conoce mis depresiones futbolísticas me recomienda que me calme y evite una subida de tensión arterial o de la glicemia. Por eso en estos días está atento a que haga elíptica, camine, y me desestrese para poder disfrutar otra final del Deportes Tolima, si es que todavía le queda chance.

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