Nuestros medallistas

libardo Vargas Celemin

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Óscar Figueroa Mosquera, oriundo de Zaragoza (Antioquia), de niño tuvo que dejar sus juguetes artesanales para huir de los enfrentamientos entre los paramilitares y guerrilleros, pero en Cartago se encontró con un nuevo juego, levantar tarros de leche Klim rellenos de cemento para moldear su cuerpo y distraer el hambre.

A los 12 años Caterine Ibarguen en una cancha de Chigorodó, se elevaba del piso para golpear el balón de voleibol, mientras sus padres decidían coger caminos distintos y su abuela Ayola se rompía el espinazo para mantenerla a ella y al hermano mayor.

En Jamundí, Yuri Alvear golpeaba las puertas de las casas de su barrio para pedir colaboración y comprar los implementos que le posibilitaran asistir a un campeonato de Judo. Yubergén Martínez abandonaba su incipiente profesión de mecánico de bicicletas en Chigorodó y se decidía por el boxeo, con la secreta esperanza de poder comprarle algún día una casa cómoda a su madre e Ingrit Lorena Valencia Victoria se liaba a puños con sus compañeritos que intentaban “montársela” en su natal Morales (Cauca).

La historia de nuestros medallistas está llena de carencias, de tropiezos y de frustraciones, no han tenido sosiego en su camino hacia la gloria, pero afortunadamente encontraron, ya al profesor de educación física, al entrenador empírico o al consejero personal que los impulsó a abrazar el deporte como el único mecanismo que los podía redimir de su condición social.

Además de ser todos afrodescendientes, con una infancia similar, qué más tienen en común estos deportistas que han puesto en alto el nombre de nuestro país?. Los cinco nos han dado ejemplo de un gran compromiso consigo mismo y con su familia. Los cinco se aferraron a la religiosidad como el mayor soporte de su proyecto de vida y los cinco, sin darse cuenta, crearon entre nosotros un nuevo orgullo para derrotar el escepticismo.

Cuando Óscar Figueroa sostuvo arriba la barra por más de dos segundos, el país deportivo estaba apuntalándolo. Cuando prorrumpió en llanto todos estallamos en alegría. Lo mismo ocurrió cuando la sonrisa de Caterine iluminó el estadio de Río, y nosotros quisimos reír a carcajadas, pero furtivas lágrimas se atravesaron en la celebración. Igual sucedió con Yuri al verla caer sobre la lona y sentir que los golpes recibidos por Yubergén tocaban nuestro propio rostro. Lo que quiere decir que esos seres sencillos, disciplinados y a veces ingenuos, nos han atrapado y nos han despertado un nuevo sentimiento muy cercano al patriotismo.

Pero todavía faltan cosas, pues además de las celebraciones, nuestros deportistas necesitan estímulos económicos permanentes que les resuelvan las necesidades primarias, y puedan concentrarse en ganar medallas y no distraerse haciendo cuentas de lo que les falta para la vivienda que siempre han soñado.

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