Carta abierta a los colombianos con mayoría de edad mental y legal

libardo Vargas Celemin

Tal vez estés saturado, con ese cuento del plebiscito y no quieras saber nada de los argumentos del sí y del no, o acaso crees que no te importa la política y estés convencido que no tienes nada que ver con ella, porque gane el que gane, siempre tendrás que seguir con tu lucha cotidiana por sobrevivir. Es posible que pertenezcas al cómodo grupo de quienes tienen un tutor ideológico que decide por quién votar y solo esperas que se llegue el día para cumplir sus órdenes.

Quizá hayas sido víctima de esa violencia que lleva medio siglo y tanto el odio, como las cicatrices no te permitan discernir el camino correcto. Posiblemente hagas parte de esa franja de quienes creen ciegamente que no es viable soñar con la posibilidad de lograr cambios, porque este país siempre será el mismo y cualquier intento de enderezar su futuro chocará con los intereses de los dueños del poder y todo seguirá igual.

Probablemente estés pensando que el resultado final puede aumentar otra cuota de miseria y que el costo de las reformas caerá sobre tus espaldas despiadadamente.

Es posible que hagas parte de los abstencionistas que pregonan que no participarán en esa mascarada, como no lo han hecho nunca y creen haber salvado responsabilidades y tener la conciencia tranquila, porque otros han decidido por ellos.

A todos estos colombianos y a quienes calculan que las cosas deben seguir igual, para que se acrecienten sus fortunas, o puedan evitar las responsabilidades que tuvieron en el pasado, quiero invitarlos a unos pocos minutos de reflexión sobre el momento crucial que vive la historia de nuestro país.

Si aceptan, les propongo unas mínimas reglas de juego: despójense del rencor que pueda anidar en sus corazones; abran las mentes a todas las posibilidades de cambio; llénense del convencimiento que cada uno de ustedes puede y debe aportar a la construcción de ese derecho; depongan intereses personales frente a logros colectivos; deshipotequen el pensamiento, tengan la certeza de que el proceso no es nada fácil, pero asuman la convicción de que estarán intentando un futuro distinto para este país que se lo merece.

Una vez sopesados racionalmente los pros y contras, defínanse. Estoy seguro que con una decisión positiva se iniciará este reto descomunal para el pueblo colombiano. Será un compromiso serio que implique cambio de actitudes, que parta de los individuos y se refleje en toda la sociedad. No se buscan unanimismos falsos, por el contrario, llegó la hora de aguzar nuestro sentido crítico para exigir el cumplimiento de los acuerdos, pero también para involúcranos en la lucha contra los enemigos que, parodiando al poeta francés Charles Baudelaire: “Todos conocemos a esos delicados monstruos”.

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